Al menos 23 migrantes fueron encontrados escondidos en la cabina de descanso de un camión detenido en un control policial en Texas. El operativo ocurrió el pasado 28 de noviembre en el condado de La Salle, al norte de Laredo, cuando agentes del Estado detuvieron un vehículo que transitaba por el arcén de la interestatal IH-35.
El conductor —un hombre de 24 años originario de Laredo— no contaba con la licencia de conducir comercial requerida para operar ese tipo de transporte. Durante la inspección, con ayuda de un perro policía, los agentes descubrieron a 23 personas hacinadas en la zona de descanso del camión.
Las personas rescatadas eran originarias de Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras y México, y fueron entregadas a la Patrulla Fronteriza para su procesamiento migratorio. El conductor fue arrestado y acusado de 23 cargos por delito de tráfico de personas.
Este caso —detectado gracias a un control rutinario como parte de una operación de seguridad fronteriza— evidencia una vez más los métodos extremos e inseguros que muchas personas en movilidad migratoria utilizan para intentar llegar a Estados Unidos.
Más allá de las cifras: se trata de vidas que arriesgan mucho. Personas desesperadas, huyendo de la violencia, la pobreza o la falta de oportunidades, que —ante las barreras legales y los riesgos del camino— aceptan condiciones de hacinamiento, clandestinidad y extrema vulnerabilidad. Familias, sueños, esperanzas, puestas en jaque.
Para muchos migrantes —y sus familias— cada cruce se convierte en una apuesta: con la salud, la dignidad, incluso la vida. Y aún cuando sobrevivan, quedan expuestos a detenciones, deportaciones, separación o explotación.
Este hallazgo vuelve a poner de relieve lo urgente de políticas migratorias humanas, seguras y dignas. Mientras tanto, los flujos continúan —y con ellos, los riesgos.












