En un giro inesperado en la crisis migratoria, Panamá acaba de recibir el primer vuelo de migrantes deportados desde Estados Unidos. Este avión, de la Fuerza Aérea de los EE.UU., aterrizó el miércoles en el aeropuerto de Howard, cerca de la capital panameña, con 119 personas de diversas nacionalidades, entre ellas de China y Pakistán. Este movimiento se da en el marco de un acuerdo que convierte a Panamá en un “puente” para la repatriación de migrantes en colaboración con Washington.
El presidente panameño, José Raúl Mulino, fue quien anunció la llegada de este primer vuelo, confirmando que Panamá ha ofrecido su territorio como parte de una estrategia conjunta con Estados Unidos para abordar la creciente presión migratoria. Mulino explicó que los migrantes fueron trasladados a hoteles de la ciudad, aunque no reveló los nombres de los establecimientos, y serán enviados a un albergue en el Darién, una provincia selvática y fronteriza con Colombia, donde operará una pista aérea para futuros vuelos de repatriación.
Este acuerdo sigue a una reunión clave entre Mulino y el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, el 2 de febrero, en la que el presidente panameño ofreció la pista de Metetí en el Darién como un punto estratégico para las deportaciones. La cooperación se ha vuelto aún más importante dado el contexto de tensiones bilaterales que se han generado recientemente, especialmente por las declaraciones de Donald Trump, quien había amenazado con “recuperar” el canal de Panamá bajo el argumento de que China tiene influencia sobre su operación.
El presidente Mulino detalló que los migrantes serán repatriados a sus países de origen a través de vuelos enviados directamente desde Estados Unidos, lo que hace de Panamá una pieza clave en la logística migratoria regional. Se espera que en las próximas semanas lleguen dos vuelos adicionales, con un total de hasta 360 migrantes deportados, lo que deja entrever la magnitud del desafío que enfrentan tanto Panamá como Estados Unidos para controlar el flujo migratorio.
Aunque Panamá ha sido duramente afectada por el aumento de migrantes que intentan cruzar su territorio hacia el norte, el presidente Mulino destacó que esta acción es un “aporte” del país para colaborar en la solución de la crisis migratoria global. Sin embargo, las implicaciones políticas y logísticas de este acuerdo no son menores, y varios analistas han señalado que podría poner a Panamá en una situación delicada entre Estados Unidos y otros actores internacionales.
El contexto más amplio de este acuerdo tiene que ver con la creciente influencia de China en la región y el reciente conflicto con Washington sobre el canal de Panamá. Las tensiones entre ambos países se avivaron cuando Trump sugirió que el canal, actualmente bajo control panameño, podría estar siendo utilizado por China para expandir su presencia geopolítica en la región. Este punto de fricción añade una capa de complejidad a la ya volátil situación.
Con Panamá como punto de tránsito para los migrantes deportados, el país enfrenta ahora una nueva etapa de su papel en la política migratoria internacional. Mientras tanto, la comunidad internacional observa de cerca cómo se desarrolla esta situación, que podría tener efectos de largo plazo en la relación de Panamá con sus aliados y con las naciones de Centroamérica y Sudamérica.
Este movimiento subraya cómo la migración se ha convertido en un tema central de debate entre los países de América y cómo las políticas de deportación pueden influir no solo en los migrantes, sino en las relaciones diplomáticas y en la geopolítica regional.