La imagen que enfrentan cientos de personas migrantes en Estados Unidos cambió de forma drástica: ya no solo se trata de cruzar la frontera, sino de llegar a una audiencia migratoria y encontrarse con agentes de inmigración esperándolos para detenerlos. En los últimos meses, los arrestos dentro y alrededor de los tribunales de migración se han multiplicado, lo que ha generado temor e incertidumbre entre quienes buscan resolver su situación legal en el país.
Aunque las autoridades no han difundido cifras oficiales sobre cuántas personas han sido detenidas en estas circunstancias, organizaciones y defensores comunitarios advierten que el fenómeno va en aumento. Desde mayo de este año se reportan operativos coordinados entre agencias federales para localizar y arrestar a migrantes que acuden voluntariamente a sus audiencias, incluso si cuentan con permisos temporales o solicitudes de asilo pendientes.
En redes sociales se han difundido videos que muestran a migrantes siendo interceptados por agentes de inmigración a la salida de sus citas judiciales. En uno de los casos más comentados, una madre fue detenida frente a sus hijos, lo que provocó indignación y miedo entre familias migrantes que ahora dudan en presentarse a los tribunales por temor a ser deportadas. Este nuevo patrón de operativos podría disuadir a muchos de continuar sus procesos legales, lo que agrava aún más la situación.
El problema se suma a la enorme saturación que viven las cortes de migración: actualmente existen más de 4 millones de casos pendientes, lo que provoca demoras de meses o años. Para muchos migrantes, cada cita representa una esperanza de regularizar su estatus o evitar la deportación. Sin embargo, si acudir a una audiencia se convierte en un riesgo, el sistema pierde su función principal: ofrecer un proceso justo y transparente para quienes buscan una oportunidad de permanecer en el país.
Desde la perspectiva social y humana, las consecuencias son alarmantes. Miles de personas que huyen de la violencia, la pobreza o la persecución enfrentan no solo el peligro del trayecto, sino también la amenaza de ser detenidas cuando intentan cumplir con la ley. Las familias se fragmentan, las comunidades viven bajo constante miedo y los abogados defensores alertan sobre un clima de desconfianza que podría colapsar aún más el sistema de asilo y protección humanitaria.
El escenario que se perfila deja ver una ruta cada vez más incierta para los migrantes. Si los tribunales, espacios concebidos para garantizar justicia, se convierten en puntos de arresto, el mensaje que se envía es desalentador: cumplir con las reglas ya no garantiza seguridad. Lo que ocurra en los próximos meses será decisivo para miles de personas cuyo futuro depende de que el sistema migratorio estadounidense vuelva a poner los derechos humanos por encima del miedo y la persecución.