“El miedo ha invadido Estados Unidos”, clama Mario, un hombre de 55 años que lleva dos décadas trabajando en el país y que se ha visto arrastrado por la creciente ola de “deportaciones masivas” promovidas por el presidente Donald Trump. Los migrantes indocumentados, que durante años han sido la columna vertebral de industrias clave como la agricultura, la construcción y el cuidado de ancianos, están viviendo un verdadero “estado de terror”. En lugares como Freehold, Nueva Jersey, las calles, que antes eran recorridas por jornaleros esperando ser contratados, ahora están vacías. El temor a ser detenido ha hecho que los trabajadores se queden en casa, lo que ya está afectando gravemente a las empresas.
Los primeros efectos de las políticas migratorias de Trump ya están a la vista. Según un reportaje de The New York Times, los operativos de control migratorio están despojando a sectores completos de su mano de obra barata y esencial. Esto no solo está afectando a los trabajadores indocumentados, sino que está comenzando a generar estragos en las industrias que dependen de ellos. Desde el Valle Central de California hasta las plantas avícolas de Georgia, el impacto es evidente. La deportación masiva que Trump ha prometido parece tener un costo más alto de lo esperado para el mismo país que la implementa.
Un aspecto alarmante es que casi el 20 por ciento de la fuerza laboral estadounidense es de origen inmigrante, y muchos de estos trabajadores no tienen un estatus legal. Millones de ellos dependen de programas como el estatus de protección temporal (TPS), que les permite trabajar legalmente en el país. Sin embargo, Trump ha anunciado la eliminación de este programa, lo que significa que muchos de estos trabajadores se enfrentarán a la incertidumbre y a la posibilidad de ser deportados, mientras que las industrias que dependen de su trabajo barato y flexible verán los efectos devastadores de esta decisión.
El cierre de programas de refugiados también ha tenido consecuencias directas en el abastecimiento de mano de obra en ciertas industrias. Los refugiados han sido una fuente constante de trabajadores para sectores como el procesamiento de alimentos, la manufactura y los almacenes, pero ahora, con el programa congelado, las plazas de trabajo en estas áreas han comenzado a vaciarse. Las empresas se enfrentan a la escasez de empleados, y las consecuencias para la economía estadounidense parecen ser cada vez más inevitables. El miedo no solo está en los hogares de los inmigrantes, sino también en las empresas que dependen de ellos.
Pero no solo la caza de migrantes está afectando a Estados Unidos. Los aranceles impuestos por Trump a productos extranjeros, como el acero y el aluminio, están haciendo estragos en el panorama económico. En Ohio, la fábrica de acero Republic Steel, que se suponía sería el centro del renacimiento industrial prometido por Trump, se encuentra en ruinas. El bajo costo de acero extranjero que había ayudado a mantener a flote la industria estadounidense ha sido reemplazado por aranceles más altos, y las promesas de crear miles de empleos en fábricas ahora se ven vacías. El resultado es una industria estancada y un clima económico de incertidumbre.

“Gracias a nuestros aranceles, las fábricas inactivas están volviendo a la vida,” proclamó Trump en su momento, pero la realidad es otra. Las fábricas que deberían estar prosperando ahora enfrentan costos más altos, y las pequeñas empresas manufactureras, como Rigidized Metals Corp. en Buffalo, se ven obligadas a recortar gastos y aplazar inversiones. Los consumidores también sufrirán las consecuencias, pues los precios de productos como automóviles y materiales de construcción aumentarán, todo debido a la imposición de aranceles que no lograron la reactivación prometida.
Las consecuencias para los trabajadores estadounidenses también son claras. En lugar de ver un renacimiento de la industria manufacturera, muchas empresas se ven forzadas a replantear sus planes de expansión y a ajustar sus expectativas debido al incremento en los costos de producción. El futuro de la industria del acero está lleno de incertidumbre, y las promesas de Trump parecen haberse desvanecido como castillos de arena. Las empresas más grandes son las que salen ganando, mientras que los pequeños empresarios se ven atrapados en un mar de costos crecientes.
Este escenario plantea una pregunta crucial: ¿realmente Estados Unidos está ganando con estas políticas?. En lugar de restaurar la gloria industrial, el país parece estar desmoronándose desde adentro. La industria estadounidense está pagando el precio de aranceles mal implementados y de una caza de migrantes que solo está llevando a la escasez de mano de obra. Como resultado, muchas empresas enfrentan un futuro incierto, y los trabajadores inmigrantes, que fueron esenciales para el crecimiento del país, ahora son el blanco de unas políticas que podrían costarle caro al país.
Estados Unidos está caminando sobre campo sembrado de ira. Mientras la industria y los migrantes sienten los efectos de las decisiones de Trump, la economía podría enfrentar consecuencias imprevistas que afecten a todos, desde los trabajadores hasta los consumidores. El futuro parece cada vez más incierto, y la pregunta que todos se hacen es: ¿realmente valió la pena?