México tiene dificultades frente a una nueva ola de migrantes deportados de Estados Unidos mientras que más llegan con la esperanza de cruzar. Los albergues, vacíos hace cuatro meses, ahora rechazan a muchos.
Las esperanzas de los migrantes han sido alimentadas por los coyotes que prometen que el gobierno del presidente Joe Biden los acogerá.
En lugar de ello, Estados Unidos los está expulsando de vuelta a México, donde aguardan junto con decenas de miles de otras personas con la esperanza de cruzar. La presión, y la desesperación, aumentan rápidamente entre las familias atrapadas en México, mientras los refugios y los funcionarios tienen dificultades para ayudarlos.
En el lado estadounidense, las autoridades federales hacen malabares para gestionar el fuerte aumento de niños que cruzan la frontera por su cuenta y que son retenidos en centros de detención, a menudo durante más tiempo del permitido por la ley. Y las crisis gemelas en ambos lados de la frontera no muestran signos de disminuir.
El sábado, cerca del cruce con El Paso, Texas, un grupo de madres y padres aferrados a sus hijos sollozaban al regresar a México desde Estados Unidos. Caminaban con dificultad, con los zapatos deportivos demasiado sueltos después de que les confiscaran los cordones y los desecharan junto con el resto de sus objetos personales cuando fueron detenidos por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos.
“La frontera está cerrada”, dijo Valenzuela. “Vengan conmigo, aquí los podemos ayudar”. Condujo al grupo a su oficina cerca del oxidado muro fronterizo que separa El Paso de Ciudad Juárez, rematado con kilómetros de alambre de concertina nuevo instalado en las últimas semanas del gobierno del presidente Donald J. Trump, según dijeron las autoridades.
Jenny Contreras, guatemalteca de 19 años y madre de una niña de 3 años, se desplomó en un asiento cuando Valenzuela repartía desinfectante para las manos.
“No lo logré”, sollozó al teléfono mientras hablaba con su marido, un carnicero de Chicago.
“¡Biden nos hizo promesas!”, gritaba otra mujer.
Muchos de los migrantes dijeron que habían gastado los ahorros de toda su vida y se habían endeudado para pagar a los coyotes que los habían engañado al prometerles que la frontera estaría abierta tras la elección del presidente Biden.
Aun así, los migrantes siguen llegando, y muchos funcionarios creen que el número podría ser mayor que el de los últimos años, después de que la pandemia y los recientes desastres naturales en Centroamérica acabaron con los medios de subsistencia en sus paíes.