Tras una travesía llena de penurias, en las que pasó hambre y sed para cruzar la frontera, el niño hondureño Anderson Hernández fue expulsado a México el miércoles junto a su padre. El sueño por lograr una vida mejor en Estados Unidos apenas les duró unas horas.
Anderson, de 8 años, llegó la noche del martes a la localidad de Roma, al sur de Texas, después de atravesar el río Bravo en la balsa de unos coyotes. Agotado y desconsolado, contó entonces a Noticias Telemundo el sufrimiento y las carencias que había padecido durante el recorrido.
“Vengo aguantando hambre”, explicó desbordado por las lágrimas, “no bebí agua, no dormí nada”, dijo casi perdiendo el aliento.
Pero las autoridades estadounidenses le expulsaron al poco de llegar junto a su padre, Reinaldo, bajo las directrices del Título 42.
Era la primera vez que intentaba llegar a Estados Unidos, y han terminado, como cientos de miles de migrantes antes, de vuelta en México.
Anderson y su padre fueron conducidos junto a otros inmigrantes bajo la lluvia al puente fronterizo McAllen-Hidalgo. Ahora se encuentran en la Plaza de las Américas de la ciudad mexicana de Reynosa, una suerte de campamento improvisado donde hay unas 3,600 personas, según Mari Luz Madrigal, una de las pastoras que coordina y asiste a los migrantes.
“Siento tristeza, no esperaba eso. Mi mente era positiva para estar al otro lado” de la frontera.