En los últimos meses ha surgido un proyecto que agita el debate sobre migración y vigilancia en Estados Unidos: ICE List, una página web que reúne fotos y nombres —junto con datos públicos— de más de un centenar de agentes de inmigración federales y colaboradores. El ideador, Dominick Skinner, recaba esta información con ayuda de voluntarios y herramientas de inteligencia artificial para identificar rostros parcialmente cubiertos. En tan solo 30 días, el sitio ha alcanzado cerca de un millón de visitas.
La lista permite filtrar por estado y por rol del funcionario, e incluye no solo agentes del ICE, sino también jueces de inmigración, oficiales de la Patrulla Fronteriza y funcionarios de reasentamiento. En Estados Unidos, la identidad de los agentes siempre ha sido un asunto delicado: mientras algunos congresistas proponen prohibir su exposición alegando riesgos a la seguridad, otros defienden la transparencia en acciones públicas de control migratorio.
Skinner asegura que su intención es “avergonzar públicamente” a los agentes para provocar renuncias, y sostiene que sus métodos solo revelan rostros —no direcciones—, aunque reconoce que a partir del nombre se puede reconstruir información personal en línea. El proyecto cuenta con unas 400 aportaciones verificadas por él y otros dos colaboradores, y los voluntarios activos suman cerca de 200 personas.
Pero la iniciativa no está exenta de controversias ni riesgos humanos. Algunos sectores advierten que la tecnología utilizada puede revelar rostros parcialmente cubiertos y facilitar la localización personal de agentes, lo que podría acarrear represalias. Además, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) informa que las agresiones a agentes del ICE han crecido un 1 000 % desde enero, lo que refuerza los temores sobre seguridad institucional.
Para las comunidades migrantes, la existencia de esta lista tiene implicaciones reales: podría convertirse en un mecanismo de visibilidad frente a abusos de autoridad, pero también desencadenar represalias o un clima de mayor tensión entre agentes y ciudadanos. En regiones fronterizas como México, Centroamérica o en las rutas de tránsito hacia EE.UU., esta exposición puede alimentar el miedo de que los agentes actúen con más discrecionalidad o reforzar estrategias de ocultamiento por parte de los migrantes para evitar ser identificados.
Al final, ICE List plantea una pregunta incómoda: ¿quién fiscaliza a quienes ejercen el poder migratorio? Lo que comenzó como una plataforma de denuncia podría transformarse en un arma de doble filo, donde la transparencia abra paso a amenazas o represalias. En un contexto donde la migración hacia EE.UU. sigue siendo una jornada llena de riesgos, esta lista deja claro que detrás de cada detención hay rostros —y nombres— que ahora pueden ser vistos por todos.