¡“Listo! ¡Listo, papá, listo!” exclama Eliezer López, un migrante venezolano de 20 años, mientras lanza sus brazos al cielo en señales de alegría. López y sus amigos, quienes habitan en campamentos improvisados en la Ciudad de México, celebran su reciente éxito: tras varios intentos frustrados, finalmente logró conseguir una cita para solicitar asilo en Estados Unidos. Este evento marca un hito en la odisea de miles de migrantes que, como él, han llegado a la capital mexicana en su camino hacia el norte.
El contexto actual para solicitar asilo en Estados Unidos ha cambiado drásticamente. Desde junio de este año, el gobierno del presidente Joe Biden anunció significativas restricciones, convirtiendo la aplicación CBP One en una de las únicas opciones para registrarse. Este complicado proceso ha hecho que la Ciudad de México se convierta en un punto de espera temporal para muchos migrantes que buscan un futuro mejor, enfrentándose a condiciones precarias en campamentos sitos en la capital.
De tránsito a estancia temporal.
Históricamente, la Ciudad de México no era un lugar frecuente para los migrantes que se dirigían al norte. Sin embargo, las prohibiciones en las ciudades fronterizas y los peligros asociados han transformado esta urbe en una estancia temporal para miles. A medida que los migrantes esperan números de cita, la situación en estos campamentos se vuelve cada día más compleja. El espacio en albergues es escaso y, a diferencia de otras ciudades grandes en Estados Unidos que aprovechan para ayudar, los migrantes en la capital mexicana quedan a menudo desprotegidos y en la incertidumbre.
La Migración Venezolana en Aumento: Un Reto para la Comunidad Internacional
Andrew Bahena, coordinador de la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes (CHIRLA), explica que este cambio ha sido parte de una estrategia de “externalización fronteriza” entre México y Estados Unidos, donde los migrantes son ahora empujados hacia el sur en busca de ayuda. Para muchos, la Ciudad de México se ha convertido en un lugar donde aguardar, incluso cuando esta espera significa enfrentar condiciones difíciles y, a menudo, un hacinamiento extremo.
La dura vida en los campamentos.
Las condiciones de vida en los campamentos son un reflejo de la lucha diaria de estos migrantes. López, sorprendido por los altos costos de alquiler, se ha decidido por un campamento que le ofrece un cierto grado de comodidad y seguridad. Explica que ahí puede compartir espacio con conocidos y evitar las estrictas reglas de los albergues. Sin embargo, a medida que el número de migrantes aumenta, las condiciones en estos lugares son cada vez más precarias, lo que convierte el lugar en un “enjambre de carpas y lonas”.
En el barrio de La Merced, uno de los campamentos más grandes, vive una comunidad que se esfuerza por crear un entorno más habitable. A pesar de los desafíos como la falta de servicios de salud y la inseguridad, han construido una infraestructura básica, como una bomba de agua improvisada. Pero los brotes de enfermedades son comunes y la comunidad lucha por mantenerse unida en medio de tantas adversidades.
Aunque muchos migrantes están decididos a esperar su cita para asilo, las tensiones en las comunidades vecinas han crecido. Recientemente, vecinos de la colonia Juárez protestaron, pidiendo que se respete el espacio público, argumentando que estas calles no son albergues. Alerta de una crisis humanitaria, Eduardo Ramírez, organizador de la protesta, subraya la necesidad de que el gobierno ofrezca asistencia a los migrantes que buscan una mejor vida.
A medida que los migrantes esperan sus destinos en condiciones difíciles, la historia de Eliezer López es solo una de muchas. La situación actual expone la precariedad de su viaje y la lucha constante por encontrar seguridad y dignidad. La Ciudad de México, un lugar que alguna vez fue solo un punto de tránsito, se ha convertido en un campo de batalla lleno de esperanza, sueños y enormes desafíos para aquellos que buscan asilo en un nuevo hogar.
