Los miles de migrantes que cruzan el conocido como tapón del Darién, una jungla tropical entre Colombia y Panamá, están desprotegidos y a merced de todo tipo de violencia, según la ONG Médicos Sin Fronteras, que se ha visto obligada a reforzar sus equipos en suelo panameño para atender las crecientes necesidades de estas personas.
Solo en julio, más de 18.000 migrantes cubrieron esta ruta, un récord anual que supero a los máximos registrados en junio, cuando se registraron más de 11.000. MSF ha hecho hincapié en que estas cifras se han alcanzado en plena estación de lluvias y cuando, por tanto, cruzar la jungla es más peligroso.
«Seguimos siendo testigos del enorme flujo de migrantes por el tapón del Darién, pero lo que nos indigna es seguir siendo testigos del nivel de desprotección de esta población, que sufre ataques y agresiones sexuales en el camino», advertió el coordinador de la ONG en Panamá, Raúl López.
MSF exhortó a los gobiernos de los dos países vecinos «protección para la población migrante en una ruta que sea segura», al tiempo que reforzó sus equipos médicos en Bajo Chiquito, puerta de entrada en Panamá, y en las Estaciones de Recepción de Migrantes de Lajas Blancas y San Vicente, donde ya han ofrecido cerca de 14.000 consultas desde finales de mayo.
La mayoría de las consultas atendidas por los profesionales sanitarios tienen que ver con laceraciones por caídas, afectaciones cutáneas por picaduras y daños en los pies, fruto de largas caminatas en terrenos húmedos y embarrados. En julio, 14 pacientes han tenido que ser evacuados de urgencia.
A las duras condiciones de la caminata se suman también las acciones de bandas criminales que asaltan y roban a los migrantes. Casi 90 mujeres han denunciado que han sido víctimas de agresiones sexuales al ser registradas en busca de dinero, lo que en un gran número de casos deriva en violaciones.
Para Óscar Javier, colombiano, el Darién es «como una pesadilla». Inicialmente, emprendió la ruta con dos guías, hasta que llegaron a un río que suponía la entrada en la conocida como Montaña de la Muerte.
«Una muchacha se resbaló y cayó por el precipicio. Me dio un dolor en el corazón de no poder hacer nada. Las demás personas vieron, gritaron, pero siguieron», explicó otro de los migrantes, Ángel, de Venezuela. Los psicólogos de MSF han atendido más de medio millar de consultas entre terapias individuales y de grupo.