La emigración desde México alcanzó niveles históricos: en los últimos cinco años, la salida de mexicanos al extranjero creció un 80 %, llegando a 1.2 millones de personas, y Estados Unidos recibió el 87.9 % de estos migrantes.
El principal motor sigue siendo el empleo: 82.4 % emigró por trabajo, pero solo 57.9 % contaba con documentación legal, dejando a muchos en riesgo de explotación laboral y detención.
Los estados con mayor salida son Veracruz (8.3 %), Guanajuato (7.6 %) y Oaxaca (6.9 %), lo que genera impactos sociales y económicos en las comunidades de origen.
Los migrantes enfrentan riesgos constantes: condiciones laborales precarias, acceso limitado a servicios básicos y miedo a la deportación, lo que dificulta su integración y bienestar en el país de destino.
Este incremento también refleja la presión sobre los sistemas migratorios de EE.UU., donde la migración legal y irregular sigue creciendo pese a los controles fronterizos.
México atraviesa así una nueva ola migratoria con efectos humanos y sociales profundos. Más allá de las cifras, el fenómeno afecta familias y comunidades, mostrando que migrar hoy implica riesgos altos y desafíos importantes para quienes buscan una vida mejor.












