La deportación masiva de inmigrantes mexicanos indocumentados, tal y como ha prometido el presidente electo Donald Trump, podría desencadenar una crisis económica sin precedentes en Estados Unidos. De acuerdo con estudios del American Immigration Council, si se lleva a cabo esta expulsión masiva, el Producto Interno Bruto (PIB) de la principal economía mundial podría desplomarse en 800 mil millones de dólares, lo que representaría aproximadamente el 4% de su PIB total. Este escenario afectaría de manera directa a sectores clave como la agricultura, construcción y servicios, que dependen en gran medida de los trabajadores inmigrantes.
Los migrantes mexicanos, que constituyen aproximadamente la mitad de la población indocumentada en EE. UU., juegan un papel esencial en la transformación económica de este país. En muchos estados, las granjas, restaurantes y centros de atención a personas mayores no podrían operar sin la mano de obra de los migrantes, cuya ausencia generaría un caos en la producción y prestación de servicios. Especialistas coinciden en que la expulsión masiva de trabajadores inmigrantes agravaría la ya existente escasez de mano de obra en EE. UU., lo que tendría consecuencias desastrosas para la economía.
En particular, el impacto sobre la industria alimentaria sería catastrófico. Un informe del Departamento de Trabajo indica que alrededor del 42% de los trabajadores en el sector agrícola no tienen autorización para trabajar en EE. UU. Estos trabajadores realizan tareas críticas como la cosecha de cultivos, la aplicación de pesticidas, y el procesamiento en los rastros. Sin ellos, la producción de alimentos se vería gravemente afectada, lo que provocaría aumentos en los precios de los productos agrícolas y una posible escasez de ciertos alimentos básicos.
El sector de la construcción también sufriría severos efectos. Según el American Immigration Council, se estima que uno de cada ocho trabajadores en la industria de la construcción es inmigrante indocumentado. Sin estos empleados, los proyectos de construcción de viviendas podrían retrasarse, y la falta de mano de obra llevaría a demoras y a un aumento en el costo de la vivienda, lo que agravaría aún más la crisis de acceso a la vivienda que enfrenta el país. Estos efectos negativos podrían ser más pronunciados en estados como California y Texas, donde los inmigrantes mexicanos constituyen una proporción significativa de la fuerza laboral.
El impacto no se limitaría solo a la agricultura o la construcción. Los restaurantes en todo el país, especialmente en ciudades como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, dependen enormemente de los trabajadores indocumentados para operar. Sam Sánchez, un empresario restaurantero de Chicago, ha advertido que la deportación masiva podría llevar al cierre de hasta la mitad de los restaurantes en EE. UU. La industria restaurantera perdería una cantidad masiva de ingresos, lo que generaría una caída en la economía local y nacional.
Además, el sector de cuidado de personas mayores también enfrenta riesgos. Un estudio del Nikaen Center revela que los inmigrantes indocumentados representan un tercio de la fuerza laboral que cuida a la tercera edad en Estados Unidos. Esto incluye desde asistentes personales hasta trabajadores en hogares de ancianos. La expulsión de estos empleados podría llevar a una crisis de cuidado para los adultos mayores, afectando su bienestar y aumentando la presión sobre los servicios públicos y las instituciones privadas dedicadas a la atención geriátrica.
A nivel macroeconómico, la Cámara de Comercio de EE. UU. ha señalado que el país no solo necesita mantener a los inmigrantes indocumentados, sino que requiere más inmigrantes para compensar el envejecimiento de la población y la caída en la tasa de natalidad. Actualmente, existen alrededor de 8 millones de empleos vacantes en EE. UU., pero solo 6.8 millones de trabajadores desempleados. Esto significa que incluso si todos los desempleados fueran contratados, seguirían existiendo millones de vacantes que no podrían ser llenadas sin los inmigrantes.
Los números respaldan este análisis. Según un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) y la Reserva Federal, la presencia de inmigrantes en EE. UU., tanto legales como indocumentados, ha tenido un impacto positivo en el crecimiento económico del país. De hecho, si esta tendencia migratoria se interrumpe, se estima que Estados Unidos podría perder hasta 9 billones de dólares en su PIB en los próximos 10 años. Este escenario reflejaría la importancia crítica de los inmigrantes en la economía estadounidense.
El profesor Raúl Hinojosa de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), quien ha estudiado las relaciones económicas entre EE. UU. y México, confirma que los trabajadores inmigrantes, especialmente los indocumentados, aportan una parte significativa al PIB del país. En 2022, los trabajadores extranjeros contribuyeron con 3.83 billones de dólares al PIB de EE. UU., y de esta cifra, 1.28 billones correspondieron a trabajadores indocumentados. La eliminación de este sector podría generar una disminución significativa en la productividad del país y afectar la estabilidad económica a largo plazo.
En resumen, una deportación masiva de migrantes mexicanos no solo tendría un impacto humano y social, sino que también desestabilizaría la economía de Estados Unidos. Las industrias que dependen de esta mano de obra, desde la agricultura hasta la construcción y los servicios, enfrentarían costos elevados, escasez de productos y posibles cierres masivos. Si bien las políticas antimigrantes pueden responder a discursos políticos, los efectos económicos de una deportación masiva pondrían a prueba la resistencia del sistema económico estadounidense, que no puede funcionar sin la contribución de estos trabajadores esenciales.