Este martes 28 de enero, un avión de la Fuerza Aeroespacial Colombiana (FAC) aterrizó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, trayendo de regreso a 110 colombianos deportados desde Estados Unidos. La noticia, que marca un hito histórico en las relaciones entre Colombia y EE. UU., no solo se destaca por la repatriación, sino también por el enfoque que el presidente colombiano, Gustavo Petro, le dio a la situación. “Son libres, dignos, sin estar esposados y están en su patria donde se les quiere”, expresó Petro en un mensaje publicado en X, la red social antes conocida como Twitter. El mandatario subrayó que el migrante no es un delincuente, sino un ser humano que busca oportunidades de trabajo y una vida mejor.
Lo que hace esta repatriación aún más llamativa es que se produjo en medio de una tensa crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos. Apenas dos días antes, Petro había rechazado el aterrizaje de dos aviones con deportados provenientes de EE. UU., argumentando que los colombianos no estaban siendo tratados de manera digna. La situación desató una controversia internacional que, afortunadamente, ya se resolvió tras intensas negociaciones entre ambas naciones.
Pero ¿qué pasó realmente con estos deportados? Durante su tiempo en territorio estadounidense, los migrantes colombianos fueron tratados bajo estrictas condiciones. Alexander, uno de los deportados, relató que había llegado hace 12 días a El Paso, Texas, solicitando asilo, pero fue deportado tras ser rechazado. Aunque durante su detención en EE. UU. se le proporcionaron condiciones aceptables, Alexander reveló que fue esposado y amarrado de pies, manos y cintura. Sin embargo, el trato en el vuelo de regreso fue completamente diferente. Según sus palabras, fue recibido con un trato “excelente” en el avión de la FAC.
Lo curioso es que el avión de la FAC no fue el único que aterrizó en El Dorado ese día. La Cancillería de Colombia informó que un segundo vuelo, proveniente de San Diego, California, llegaría “en minutos”. Ambos vuelos forman parte de una serie de repatriaciones que buscan garantizar el regreso digno de los connacionales a su país, según los protocolos establecidos por el gobierno colombiano.
A pesar de la controversia diplomática, Petro no dejó de hacer énfasis en la importancia de tratar a los deportados con respeto y sin estigmatizarlos como criminales. “El migrante no es un delincuente, es un ser humano que quiere trabajar y progresar”, agregó en su mensaje. En esa línea, la Cancillería colombiana destacó que la repatriación de estos migrantes se realizó conforme a los estándares internacionales, garantizando sus derechos.
La situación de los migrantes colombianos también expone las complejidades de la política migratoria estadounidense bajo el mandato de Donald Trump. De hecho, la crisis diplomática que se desató entre ambos países se originó por la imposición de aranceles por parte de Trump a los productos colombianos, como represalia por la decisión de Petro de rechazar los vuelos de deportados. La medida afectó las relaciones comerciales, pero también mostró las tensiones subyacentes en las políticas migratorias de ambas naciones.
En respuesta, Petro contrarrestó los aranceles de EE. UU. con un incremento del 25% a las importaciones provenientes de Estados Unidos, mostrando su desafío frente a las políticas del presidente Trump. Sin embargo, esta muestra de firmeza por parte de Colombia se resolvió en los últimos días, cuando el gobierno colombiano aceptó todos los términos del presidente estadounidense sobre las repatriaciones, incluyendo la aceptación sin restricciones de los migrantes colombianos deportados.
La crisis diplomática, aunque tensa, se dio por cerrada el domingo, cuando ambos países llegaron a un acuerdo sobre las condiciones de repatriación. Trump aseguró que todos los migrantes colombianos serían devueltos sin limitaciones ni retrasos, sin importar que fueran transportados en aviones militares de la FAC. Con este acuerdo, las relaciones entre Colombia y EE. UU. parecen haber encontrado un punto de equilibrio, aunque el debate sobre el trato digno a los migrantes continúa siendo uno de los temas centrales.
Finalmente, la llegada de este primer grupo de deportados a Colombia no solo es un reflejo de las tensiones políticas internacionales, sino también una oportunidad para reflexionar sobre cómo los países deben garantizar los derechos humanos de los migrantes. Mientras tanto, en Bogotá, los deportados fueron recibidos por una delegación compuesta por representantes del gobierno, la Cruz Roja y otras instituciones, asegurando que su regreso a casa fuera lo más digno posible. ¿Será este un nuevo comienzo para una política migratoria más humana en ambos países? Sólo el tiempo lo dirá.