En un giro inesperado que podría cambiar el rumbo de la relación entre México y Estados Unidos, las ciudades fronterizas mexicanas, antes abarrotadas de migrantes, se han vaciado. La crisis migratoria que en su momento estuvo al borde de desbordar las capacidades de los albergues, ha disminuido drásticamente. ¿Qué está pasando? La respuesta podría estar relacionada con una serie de medidas implementadas tanto por México como por Estados Unidos, y en especial con la creciente presión del presidente Donald Trump.
Durante años, lugares como Ciudad Juárez, Tijuana y Matamoros fueron el epicentro de la migración hacia Estados Unidos. Las colas interminables, los campamentos improvisados y las calles repletas de personas que intentaban cruzar la frontera, se han ido esfumando. Hoy, la escena es totalmente diferente: albergues vacíos, hoteles desocupados y un ambiente que, en comparación con los últimos años, parece casi desolado. ¿Pero qué ha provocado este cambio tan abrupto?
En un informe reciente, la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional de EE. UU., Kristi Noem, reveló una estadística sorprendente: solo 200 personas fueron detenidas en la frontera sur de EE. UU. en un solo día. ¡La cifra más baja en 15 años! Esto no es solo una casualidad, sino el resultado de un conjunto de factores que incluyen las estrictas políticas migratorias de México y el gobierno estadounidense.
El presidente Trump se ha jactado de que la caída en el número de migrantes es producto de sus medidas enérgicas para detener la migración ilegal. Sin embargo, los analistas apuntan a que las acciones de México han jugado un papel crucial. En los últimos meses, el gobierno mexicano ha implementado una serie de controles que han cercado la ruta migratoria, desde la instalación de puestos de control hasta el uso de autobuses para dispersar a los migrantes hacia el sur del país. Según el Migration Policy Institute, estas medidas han dado a México una nueva influencia frente a EE. UU., transformándose en un aliado indispensable en la lucha contra la migración.

Sin embargo, no todos coinciden en la efectividad de estas políticas. Algunos migrantes que han logrado llegar a la frontera ya no intentan cruzar, conscientes de que las medidas de seguridad se han intensificado enormemente. “Ya no hay esos agujeros en el muro, todo está más sellado. Es mucho más difícil”, comenta el reverendo William Morton de Ciudad Juárez. Este cambio ha dejado a muchos migrantes desesperanzados y otros, incluso, están replanteándose sus opciones de futuro.
Los albergues, que en el pasado solían estar repletos, ahora enfrentan una situación completamente diferente. En Tijuana, por ejemplo, la Fundación Juventud 2000 alberga a solo 55 personas en lugar de los cientos que recibían antes. Y en Matamoros, otro albergue que solía estar abarrotado, apenas quedan algunas familias venezolanas. A pesar de la reducción de migrantes, algunos siguen esperando, confiando en que algo cambiará, como lo expresó María Elena, una mujer venezolana, mientras compartía una comida con su hijo en la catedral de Ciudad Juárez: “Vamos a esperar a ver si Dios le toca el corazón a Trump”.
A nivel operativo, las políticas de seguridad de México también se han intensificado. 10,000 guardias nacionales fueron enviados a la frontera, con la misión de frenar el flujo de migrantes y detener el tráfico de fentanilo. Pero la presencia de los soldados ha generado controversia. Mientras que algunos afirman que la Guardia Nacional ha logrado disuadir a los migrantes de cruzar, otros sugieren que los migrantes simplemente han cambiado de ruta y ahora buscan caminos más peligrosos y alejados de la vigilancia.
Sin embargo, el efecto de la cooperación mexicana en el tema migratorio también ha puesto a México en una posición más fuerte a la hora de negociar con Trump, que ha mostrado señales de suavizar sus posturas respecto a los aranceles, aunque aún no ha desistido completamente de sus amenazas. Para muchos, este cambio de actitud por parte del gobierno estadounidense ha sido una respuesta a los resultados tangibles que México ha mostrado.

A pesar de los avances en la reducción de migrantes en la frontera, los desafíos no han desaparecido. En lugares como Tapachula, la situación es alarmante: los migrantes que antes se albergaban en lugares con capacidad para mil personas ahora apenas llegan a un centenar. Además, los albergues en las fronteras mexicanas han tenido que reducir su capacidad debido a la falta de recursos, ya que el apoyo internacional también se ha visto mermado por las tensiones políticas.
Pero lo que no se puede ignorar es el sentimiento de incertidumbre que persiste. Algunos migrantes que se encuentran atrapados en México, como Jordan García, un extrabajador minero de Venezuela, temen por su futuro. “Todavía tenemos esperanza, pero el miedo es real”, expresó García mientras relataba su travesía. La incertidumbre no solo afecta a los migrantes, sino también a los grupos que trabajan con ellos, quienes enfrentan una disminución de apoyo internacional por parte de organizaciones como la ONU y UNICEF.
Este cambio en la frontera es solo el comienzo de una nueva fase en la migración hacia Estados Unidos. Aunque la cantidad de migrantes se ha reducido drásticamente, las condiciones en la frontera siguen siendo un tema candente. ¿Hasta qué punto estas nuevas medidas serán sostenibles? Y, más importante aún, ¿qué ocurrirá con aquellos migrantes que no pueden regresar a sus países? ¡El futuro de la frontera sigue siendo incierto!