Ciudad de México. Por primera vez en más de seis décadas, la población migrante en Estados Unidos disminuye, rompiendo una tendencia que se había mantenido creciente durante décadas. Un reciente análisis del Centro de Investigaciones Pew revela que entre enero y junio de 2025, la cantidad de personas nacidas en el extranjero que viven en EE. UU. —tanto con estatus legal como sin él— cayó en casi 1.5 millones.
En enero de este año, se estimaba que había 53.3 millones de inmigrantes en EE. UU. Esa cifra se redujo a 51.9 millones a mediados de año. Este descenso implica una baja de alrededor del 2,6 % de la población migrante, una magnitud que no se veía desde los años 60.
Uno de los efectos inmediatos es en el mercado laboral: más de 750,000 trabajadores inmigrantes dejaron de formar parte de la fuerza laboral durante ese período. Sectores como agricultura, restaurantes y servicios de cuidado podrían resentir esta baja, dado que dependen en gran parte de la mano de obra inmigrante.
Las causas del fenómeno son múltiples. Incluyen el endurecimiento de las políticas migratorias iniciadas en 2024 (como restricciones al asilo en la frontera sur), medidas de control más estrictas, y un aumento en las deportaciones. También influye, según los investigadores, que menos inmigrantes respondan a encuestas oficiales por temor o desconfianza, lo cual podría subestimar la magnitud real del descenso.
Además, esta caída migrante no es uniforme: estados como California albergan la mayor proporción de inmigrantes del país —más de 11 millones— y también muestran descensos en la población indocumentada. Al mismo tiempo, regiones que dependen fuertemente de trabajadores inmigrantes están advirtiendo de cuellos de botella y escasez de personal en temporadas agrícolas, servicios domésticos y otros.
En conclusión, la caída de la población migrante en Estados Unidos no solo marca un giro demográfico histórico, sino que podría desencadenar efectos económicos, sociales y humanitarios profundos. Si esta tendencia continúa, los países de origen —incluyendo México y naciones centroamericanas— enfrentarán mayor presión: personas que regresan, familias fragmentadas, necesidades de apoyo consular y mayores riesgos para quienes carecen de estatus legal. Estados Unidos también deberá afrontar los vacíos laborales y el reto de sostener servicios públicos frente a menos población activa migrante. Lo que viene será decisivo: ¿se mantendrá esta migración negativa, se revertirá, o simplemente se invisibilizará el impacto real de quienes han dejado de estar?