Así secuestran a los migrantes: capturas masivas, mujeres violadas y muerte a balazos si no pagan

Así secuestran a los migrantes: capturas masivas, mujeres violadas y muerte a balazos si no pagan

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Los cárteles del narcotráfico y bandas criminales que secuestran a miles de migrantes en la frontera los acechan en albergues, campamentos, puentes fronterizos y taxis. Los niños son testigos de la violencia.

 Cuando Gustavo fue expulsado a México por el puente fronterizo, sus dos hijos se quejaban de hambre. Llevaban horas sin comer en su intento fallido de llegar a Estados Unidos. El papá hondureño los sentó en las escaleras del puente y cruzó la calle para comprarles cualquier cosa en Reynosa. Recuerda que un auto se le acercó mientras caminaba.

“Me montaron al carro. Los niños quedaron allí, esperándome, y yo ya no aparecí”. Estaba secuestrado.

Días después en ese mismo puente, otro hondureño, Jorge Geovanni Díaz, fue retornado a México con su hijo de 7 años agarrado de la mano. Desanimados por su segunda expulsión, llamaron al coyote. Los recogieron delante del puente internacional y los llevaron a una bodega de Reynosa donde había casi 200 personas que también esperaban cruzar el río. Pero, de repente, unos hombres armados entraron y se los llevaron a todos violentamente. Para este padre y su niño, empezó un duro secuestro de 44 días.

El hondureño Jorge Geovanni Díaz fue secuestrado con su hijo en Reynosa durante 44 días

A Kimberlin, otra migrante hondureña, también la expulsaron por ese cruce. “Los carros se me acercaban y me decían ‘móntate aquí, móntate aquí, súbete al carro con nosotros. Yo, con miedo, no me monté”. Estaba más que tensa, aterrada, porque en el camino al Norte ya la habían secuestrado junto a su hijo y necesitó miles de dólares para lograr la libertad.

Cuando migrantes como ellos llegan a estas ciudades mexicanas cercanas a la frontera, están en el punto de mira. Son el objetivo de un perverso negocio criminal que secuestra y tortura a migrantes durante semanas y extorsiona miles de dólares a sus familiares por teléfono a cambio de un rescate. Los capturados saben que, si no pagan, el saldo es absoluto: la muerte.

Noticias Telemundo Investiga entrevistó a más de 30 migrantes secuestrados entre 2019 y 2021 en México y Estados Unidos:

  • Varios de ellos, incluidos menores de edad, han presenciado el asesinato de compañeros que intentaron huir o cuyas familias no estaban enviando el dinero suficiente para completar la suma demandada.
  • Los criminales torturaron a algunos de los secuestrados a golpes por todo el cuerpo para presionar a las familias que deben pagar los rescates.
  • Las mujeres son víctimas recurrentes de abusos sexuales por parte de uno o varios secuestradores, según relató una víctima directa de violación y varios testigos.
  • Los cárteles y otros grupos criminales mexicanos obtienen entre 600 y 20,000 dólares por captura, que se suman a los miles de dólares que ya pagaron por el viaje hacia el Norte.
  • Los números de teléfono en Estados Unidos son el dato más buscado por parte de los secuestradores. Las familias en ese país, desesperadas ante la idea de perder a sus seres queridos, son asediadas por los criminales.
  • El grupo proinmigrante Human Rights First tiene constancia de al menos 6,356 migrantes víctimas de secuestros, abusos o ataques a migrantes desde que Joe Biden llegó a la presidencia en enero de 2021.

Algunos de los entrevistados hablaron a cámara y con sus nombres porque se encuentran en lugares seguros y creen que deben denunciar públicamente estas prácticas delincuentes. Otros evitaron dar sus nombres completos o reales porque temen sufrir represalias por parte del crimen organizado. Algunos hablaron bajo condición de anonimato.

Por el puente internacional de Hidalgo, entre Reynosa y Mcallen, Texas, pasan cientos de migrantes expulsados cada día.
Por el puente internacional de Hidalgo, entre Reynosa y McAllen, Texas, pasan cientos de migrantes expulsados cada día.

Sin embargo, esta historia empieza antes: antes en el tiempo –desde que los grupos criminales se han apoderado del control de las rutas migratorias– y antes en el camino –desde el sur de México cuando cruzan el país en dirección a Estados Unidos–.

Para estos migrantes, el mapa de México se ha convertido en un tablero donde les toca demostrar que han pagado para cruzar el país y que, además, se lo han pagado al grupo correcto.

Necesitan saber algo todo el tiempo: cuál es su clave de paso.

La captura

En las carreteras mexicanas, a veces los autobuses se paran de repente. Hombres armados piden a los migrantes que viajan en las líneas regulares que se bajen. Les preguntan una contraseña, una palabra clave que demuestra que han pagado a las redes de coyotaje para viajar hasta la frontera.

“Si viajas de Monterrey -en Nuevo León- a ciudades de la frontera, vas a ver cómo en una distancia de dos horas, al menos tres veces, van a bajar a estas personas del autobús y van a tener que dar su clave y, si no tienen clave, van a tener que pagar una cuota para que los dejen avanzar hasta el otro punto hasta llegar a la frontera”, explica Nilda García, una investigadora sobre el crimen organizado, de la Universidad Texas A&M de Laredo.

Pero esa situación se puede torcer todavía más.

“Nos pedían la dichosa clave”

Kimberlin, de 27 años, y su hijo de 12 circulaban por México por su cuenta, sin haber contratado a un coyote para llegar a Estados Unidos. El autobús se paró.

“Nos preguntaron con quién veníamos, si teníamos clave”, recuerda “Dijimos ‘no, no, venimos solos, queremos llegar a la frontera’. Entonces de nuevo nos pedían la dichosa clave y con quién veníamos”.

Ella y su hijo de 12 años acabaron secuestrados durante más de una semana y sus familiares en Estados Unidos tuvieron que desembolsar 9,000 dólares de rescate.

En otros casos, los atacantes recurren al argumento de que el coyote no realizó el pago pertinente al grupo criminal en control de la zona, o que le pagaron a otro cártel, o simplemente unos grupos a otros se roban los migrantes retenidos.

“Estaban trabajando con el taxista”

Así le ocurrió a Jorge Geovanni Díaz y a su hijo horas después de ser expulsados desde Estados Unidos a Tamaulipas, uno de los estados mexicanos donde Noticias Telemundo Investiga ha localizado a más víctimas.

Los migrantes varados en una plaza de Reynosa pagan unos pesos para bañarse y lavar la ropa en este edificio a medio construir delante del campamento.
Los migrantes varados en una plaza de Reynosa pagan unos pesos para bañarse y lavar la ropa en este edificio a medio construir delante del campamento.

Un grupo armado entró a una bodega donde los coyotes los tenían en el área de Reynosa. “Nos atacaron a 182 personas, nos llevaron al monte, y ahí estuvimos un mes y 14 días secuestrados”.

Después, una vez su familia desembolsó 6,000 dólares y logró salir de allí, cayó en las manos del taxista que debía devolverlo a la central de autobuses de Reynosa. “Estaban conectados con el taxista. Ya sumadas cuentas, me negociaron a otro cártel en Matamoros”, asegura. Sufrió un doble secuestro; tuvieron que pagar 6,000 dólares más.

En México, para estos migrantes, no es fácil disimular lo que son: migrantes.

“Todas las personas están mirándote”

En las centrales de buses, con sus mochilas a cuestas y niños pequeños llorando, se orientan como pueden y compran boletos con destino a ciudades fronterizas. En los aeropuertos interiores, muestran sus pasaportes centroamericanos en los controles de migración. En las tiendas de conveniencia, como Oxxo o 7-Eleven, retiran dinero que sus familias les envían. Y en los puentes fronterizos, donde son retornados de Estados Unidos, llaman la atención sin los cordones que la Patrulla Fronteriza les quitó de sus zapatos durante la detención y con bolsas de plástico con el logo del gobierno estadounidense como única maleta.

Yorge Pérez, migrante venezolano, fue secuestrado por un conductor de taxi.
Yorje Pérez, migrante venezolano, fue secuestrado por un conductor de taxi.

Es como si llevaran un rótulo luminoso para el crimen organizado de las ciudades fronterizas, donde los tentáculos de la mafia parecen infinitos.

“Llegué a la central de autobuses de Nuevo Laredo, una central donde están todas las personas mirándote; la más peligrosa que he visitado”, dice Yorje Pérez, un migrante venezolano de 23 años. “Están esperando que tú hables, para escuchar tu acento y saber de dónde fue y saber de dónde eres”.

A este venezolano también se le complicó el viaje al subirse a un taxi en la central de autobuses.

“El taxista llamó a un amigo del cartel”

Según su relato, al conductor le bastaron tres palabras para detectar que era venezolano. Le dijo que sabía que iba a buscar asilo a Estados Unidos y que iba a avisar al cartel de la zona para que le secuestraran.

“Él lo que hizo fue ir imponiendo mi miedo, incluso llamó a un ‘amigo’ del cártel. Intimidaba. Me iba diciendo si yo quería ser uno más de eso de los que secuestraban, si quería ser uno de esos de los que no tenían seguridad de salir con vida”, recuerda.

“Están esperando que tú hables, para escuchar tu acento y saber de dónde fue y saber de dónde eres”

YORJE PÉREZ, MIGRANTE VENEZOLANO

Yorje quedó retenido durante horas a bordo del taxi y tuvo que pagar 600 dólares para evitar un secuestro a gran escala. Y el hotel donde lo dejaron disparó todavía más su miedo de ser capturado de madrugada.

“Escuché que llegaron personas, hicieron fuerza en una puerta. Yo pensé que era mi puerta. Escuché personas gritando. No dormí. Esa fue la peor noche que yo pude haber pasado”, explica dos meses después, tras haber logrado primero cobijo en un albergue en México y después haber cruzado a Estados Unidos con un permiso humanitario.

Varios migrantes relataron a Noticias Telemundo Investiga cómo algunos taxistas del área de la frontera los desviaron de su camino para entregarlos a criminales que los secuestran dentro de casas. También explicaron cómo sus coyotes intentaron entregarlos a supuestos miembros de los cárteles y cómo los propietarios de algunos hostales de la frontera avisaron a secuestradores para que los fueran a recoger.

Para el pastor Lorenzo Ortiz, que lleva años acogiendo a migrantes en Nuevo Laredo, no hay ningún lugar seguro para ellos en las ciudades fronterizas. Tampoco albergues como el suyo.

El pastor Lorenzo Ortiz acoge a decenas de extranjeros varados en Nuevo Laredo en varios albergues.
El pastor Lorenzo Ortiz acoge a decenas de extranjeros varados en Nuevo Laredo en varios albergues.

“Los cárteles se han metido en los albergues”

El pastor no se siente ajeno al asedio del crimen organizado. “Siempre pasan los cárteles por la orilla del albergue, tomando fotos, mirando quién está. Se han llevado a personas muy cerca del albergue, a una cuadra. Y hemos tenido casos donde los cárteles se han metido en albergues y han revisado lo que hay ahí dentro”, explica.

En sus oficinas, este pastor evita dejar por escrito material sensible sobre los migrantes: nombres completos, nacionalidades o números de teléfono en Estados Unidos. Otros activistas de la frontera, que han pedido anonimato al hablar con Noticias Telemundo Investiga, también han sentido el acecho sobre sus computadoras y los documentos con las listas de extranjeros que manejan.

“Teníamos mucha gente viniendo a ayudarnos pero pararon de venir por la inseguridad”, dice la pastora Mari Luz Madrigal sobre las amenazas del crimen organizado alrededor del campamento de migrantes de Reynosa. Mientras habla, reparte colchones inflables a migrantes y entrega comida a una larga fila de familias. Cruza varios días a la semana desde Mission, Texas, hasta uno de los mayores campamentos de migrantes de toda la frontera.

“Bajó un hombre de la camioneta y los jaló”

Cientos de tiendas de campaña se concentran en esta plaza a tan sólo metros del puente fronterizo. Encalladas en Reynosa, las familias migrantes viven entre carpas de plástico convertidas en hornos en verano, cargan sus celulares en enchufes destartalados y van al baño entre charcos de lodo y tapándose la nariz. Comen caliente cuando el gas funciona o cuando los voluntarios reparten alimentos a largas filas de familias. Y caminan por la plaza con mochilas del Ejército que donó algún estadounidense y camisetas promocionales de ciudades en las que nunca han estado ni saben exactamente dónde están.

Este enclave en Reynosa, conocido como Plaza de las Américas, ha llegado a acoger a miles de migrantes que esperan su oportunidad para cruzar a Estados Unidos.
Este enclave en Reynosa, conocido como Plaza de las Américas, ha llegado a acoger a miles de migrantes que esperan su oportunidad para cruzar a Estados Unidos.

Durante el día, los migrantes se avisan entre ellos cuando tienen que salir a hacer algo en alguna tienda cercana en Reynosa, a veces se acompañan. De noche, organizan rondas de hombres y mujeres, que se quedan en vela hasta el amanecer controlando las diferentes entradas del campamento. De cualquier movimiento inusual, de cualquier camioneta sospechosa, se avisa en un chat comunitario.

Berta, una de las voluntarias, dice que esas guardias son la única opción.

Meses atrás, durante un aguacero repentino de los que caen en la frontera, un compañero hondureño y su hijo desaparecieron. “Un señor dijo que, cuando salió del baño, había una camioneta parada, se bajó un hombre, los jaló, los metió y se los llevó”, recuerda ahora mientras se le van formando un par de lágrimas en la comisura de los ojos.

"Salgo a horas tempranas, y no salgo sola. Si ellos ven que me tardo, me dicen: "oye, ¿estás bien, dónde estás?", dice Berta en el campamento de migrantes de Reynosa.
“Salgo a horas tempranas, y no salgo sola. Si ellos ven que me tardo, me dicen: “oye, ¿estás bien, dónde estás?”, dice Berta en el campamento de migrantes de Reynosa.

El secuestro

A sus 27 años, Berta fue expulsada desde Estados Unidos y fue víctima de un secuestro en la frontera con Arizona. Ya en México, la subieron a una camioneta, le hicieron bajar la cabeza y le pidieron el teléfono.

Los teléfonos móviles son un punto de gravedad de estos secuestrados desde el primer minuto.

“Vamos a ver con quién hablas por teléfono”

La treintena de entrevistados de Noticias Telemundo Investiga coinciden, con ciertas variaciones, en la obsesión de los criminales con esos aparatos.

Lo primero que hacen los secuestradores de migrantes es requisarles sus teléfonos. Buscan números de sus familiares en Estados Unidos.
Lo primero que hacen los secuestradores de migrantes es requisarles sus teléfonos. Buscan números de sus familiares en Estados Unidos.Caleb Olvera / Noticias Telemundo Investiga

“Aquí dejan los celulares y aquí dejan su dinero”, les dijeron los secuestradores a varias de las víctimas. A unos, les requisan los teléfonos, los desbloquean y revisan todas las llamadas y mensajes buscando comunicaciones con los familiares para extorsionarlos. A otros, les piden las contraseñas para anotarlas en una libreta o eliminar para siempre el PIN de sus teléfonos.

Incluso algunos entrevistados recuerdan una amenaza: que les iban a cortar el dedo para desbloquear el teléfono cuando quisieran.

Las llamadas a los familiares las hacen los mismos delincuentes o los migrantes secuestrados, pero siempre en modo altavoz. A algunos entrevistados se les tensa todavía la cara cuando recuerdan el mal trago de hablar con sus familiares bajo la atenta escucha del criminal. A la pregunta recurrente al otro lado del teléfono “¿pero estás bien?”, sólo podían contestar “todo bien”.

Pero bien, no estaban.

Berta Hernández muestra los moretones en su cuerpo semanas después de ser agredida por sus captores.
Berta Hernández muestra los moretones que le quedaron tras ser agredida por sus captores.

Varios sobrevivientes coinciden en que la planificación de esos secuestros está estratégicamente pensada. Toman fotos y videos varias veces al día para asegurarse que nadie se escapa. En otros lugares, toman retratos de migrantes y los editan en WhatsApp con su nombre, nacionalidad y fecha de nacimiento. Algunos testigos vieron cómo los miembros de uno de los grupos, que se presentaba como Cártel del Noroeste, escribían cada nombre en tres libretas.

El código de país de esos números de teléfono que anotan es, casi siempre, el mismo: +1, Estados Unidos.

“Creen que estar en Estados Unidos es tener dinero”

“¿Traes teléfono?”, le dijeron a Berta subida en la camioneta. “Le digo pues sí. Era un celular sencillo, sólo llamadas y mensajes y me lo quitaron, lo revisaron. Vamos a ver con quién hablas y los únicos mensajes que encontraron fueron el de mi mamá y mi hermano que vive con mi mamá. Eran números de Estados Unidos y ellos vieron la lana”.

Berta Hernández camina junto a un compañero en las calles fronterizas haciendo recados para migrantes centroamericanos. Nunca sale sola.
Berta Hernández camina junto a un compañero en las calles fronterizas haciendo mandados para migrantes centroamericanos.

Los migrantes como ella, porque iban agachados, o con los ojos tapados, o perdidos en ciudades mexicanas donde nunca habían estado, saben poco de las ubicaciones donde fueron retenidos. También porque, en estas capturas, compartir la ubicación del lugar de secuestro es una de las acciones que más puede enojar a los captores.

Suelen llamar “bodegas” a los lugares donde los esconden. Son almacenes, casas abandonadas, a menudo apartamentos, con algunos detalles que se repiten: colchones en el suelo para hacer turnos para descansar y ventanas forradas de papel de aluminio para no ver ni ser vistos desde el exterior.

No sabíamos qué día era. No sabíamos la hora. Si era de día, o era de noche”

JOSÉ ANTONIO, MIGRANTE NICARAGÜENSE

“Estábamos muy controlados. Nosotros no teníamos noción de tiempo ahí. No sabíamos qué día era. No sabíamos la hora. Si era de día, o era de noche”, recuerda José Antonio, un migrante nicaragüense que fue secuestrado en el área de Reynosa, Tamaulipas, cerca de la frontera, junto con 16 migrantes durante 11 días. Al llegar, se identificaron como miembros del Cártel del Golfo, uno de los grupos más poderosos y letales de México.

José Antonio se dio cuenta de la gravedad rápidamente.

"Estábamos allí sentados con los dos que nos cuidaban. Le pedíamos a Dios que todos pasáramos pronto", recuerda este nicaragüense sobre su secuestro.
“Estábamos allí sentados con los dos que nos cuidaban. Le pedíamos a Dios que todos pasáramos pronto”, recuerda este nicaragüense sobre su secuestro.

“Si tú hablas y gritas, te va a pasar algo”

El grupo escuchó que un compañero hondureño había aprovechado un movimiento en la bodega para huir. Según el relato de José Antonio, el enfado de los dos vigilantes era evidente. Indignados, los vigilantes armados llamaron a un supuesto policía local, que encontró al fugitivo en unos veinte minutos.

Lo devolvieron a la bodega amarrado, todos allí lo vieron. “Lo golpearon, le habían cortado una oreja y le dijeron: ‘si tú hablas, si tú gritas, te va a pasar algo”.

Los migrantes estaban siendo testigos de la tortura a la que sometían a su compañero, que se retorcía de dolor y, en un punto, se quejó: “Ay, me duele”.

“Él le pega un tiro en la cabeza, en la frente”, recuerda ahora este nicaragüense. Uno de los guardianes mató al migrante hondureño allí mismo.

“Allí todos teníamos que estar separados y callados”

El terror se apoderó de ese lugar. El silencio invadía las horas. Sólo lo rompían las oraciones a las que dedicaban mucho tiempo. Los sentaban separados uno de los otros, sin que pudieran hablar, ni consolarse, ni desahogarse. Como mucho, sabían la nacionalidad del vecino y su cara. La mayoría eran mujeres, y había también cuatro menores de edad. Ni se bañaban, ni se cambiaban, ni dormían casi. Pedían permiso para ir al baño. Les repartían dos botellones de agua para todo el grupo, y les daban comida una vez al día: tortillas con frijoles, o frijoles con espagueti, o tortillas con espagueti.

Dos guardianes, siempre armados, siempre con un insulto en la boca, les vigilaban 24 horas al día sin parar. Se drogaban delante de ellos, tomaban alcohol, y le rezaban a la Santa Muerte, que poblaba sus pieles con tatuajes y reinaba en la sala desde un altar de ofrendas con velas, uvas, plátanos, manzanas y cajas de cigarros.

El hermano de José Antonio, un nicaragüense secuestrado en el área de Reynosa, recibía las llamadas pidiendo dinero como rescate.
El hermano de José Antonio, un nicaragüense secuestrado en el área de Reynosa, recibía las llamadas pidiendo dinero como rescate.

A José Antonio le golpearon al poco de estar allí bajo el argumento de que no traía dinero. “Fueron cuatro garrotazos en la pierna, la cadera y la columna”, dice ahora. 

Este nicaragüense huía de la represión política en su país, que le costó amenazas, una detención y una golpiza. Le cuesta hablar del trauma mental que le dejó revivir los golpes en su huída hacia Estados Unidos, pero casi se le hace más difícil recordar una escena que se repitió demasiadas veces en el secuestro en México: cuando se llevaban a las mujeres.

“Ellos abusaban de las mujeres. Las golpeaban. Las metían en un cuarto. Entraban cuatro de ellos y las violaban. Cuando las sacaban, decían: ‘Cállate, que si sigues hablando, gritando, se te va a dar otra golpiza”, explica el nicaragüense.

Ellos abusaban de las mujeres. Las golpeaban. Las metían en un cuarto. Entraban cuatro de ellos y las violaban”.

Una víctima corroboró a Noticias Telemundo Investiga que, dentro de habitaciones así, los delincuentes violan a las migrantes. Un poco antes en el camino, en Monterrey, Nuevo León, unos criminales atraparon a Sofía, una madre soltera hondureña y a sus dos hijas. No usa su nombre real por temor a represalias.

“Hicieron lo que quisieron conmigo”

Los delincuentes, que no se identificaron como parte de ningún grupo organizado, las metieron en una casa pero se dieron cuenta de que la madre ni tenía dinero ni familia directa a la que extorsionar. 

“Sólo sé que me sacaron por la fuerza. Dejaron a mis hijas en un cuarto y luego me llevaron a mí (a otro lugar). Me dijeron: ‘si no dejas tú, van a ser tus hijas’. Y yo lo que no quería era que les hicieran daño a ellas”.

Lo primero que hacen los secuestradores de migrantes es requisarles sus teléfonos. Buscan números de sus familiares en Estados Unidos.
Lo primero que hacen los secuestradores de migrantes es requisarles sus teléfonos. Buscan números de sus familiares en Estados Unidos.

No sabe dónde la transportaron. Se encontró delante de un hombre y una mujer desnudos, en una habitación donde estuvo encerrada desde las 6:00 de la noche a las 6:00 de la mañana aproximadamente.

“Casi toda la noche, una tras otra, o sea, estaban enfermos. Creo que me quedé dormida, no podía más. Luego, cuando supe, ya estaba en el carro otra vez”, explica.

La jueza de inmigración ante la que debía presentarse en Texas pospuso la audiencia porque dijo que no entendía si su entrada ilegal a Estados Unidos fue forzada o no.

La ciudad de Reynosa es uno de los enclaves mexicanos donde transitan más migrantes. El Valle del Río Grande, del otro lado de la frontera, es el lugar con más actividad migratoria.
La ciudad de Reynosa es uno de los enclaves mexicanos donde transitan más migrantes. El Valle del Río Grande, del otro lado de la frontera, es el lugar con más actividad migratoria.

“Los secuestradores fueron los que me mandaron a Estados Unidos”

Abuso tras abuso, los migrantes van dándose cuenta de qué pasa si sus familiares no pagan. Y cuando completan ese envío de dólares a México, no logran realmente la libertad.

Después de pagar el rescate, la mayoría de los entrevistados por Noticias Telemundo Investiga sólo consiguió ser trasladado a otra casa de seguridad y esperar a que los delincuentes los cruzaran a Estados Unidos. A veces, les piden de nuevo dinero para pasarlos ilegalmente por el río Grande.

“Éramos como 40 personas secuestradas. A todos los que pagaban rescate nos mandaban para Estados Unidos”, explicó en una corte criminal de McAllen, Texas, un sobreviviente de un secuestro, el hondureño Excelso Espinosa, acusado de reentrada ilegal al país.

“Yo ya me quería regresar para Honduras (….) y ellos fueron los que, cuando mi familia pagó el rescate, me mandaron para acá en Estados Unidos. No nos dejaban (quedar) en México, ni (irnos) para nuestro país tampoco. Ellos hacen el negocio así, es un negocio de ellos”, dijo.

La sombra de Estados Unidos

El testimonio del migrante ante la juez pone en evidencia que el lucrativo negocio del tráfico humano necesita seguir rodando una vez fueron liberados del secuestro. Los ingresos de los contrabandistas de personas siguen aumentando cuantos más cruces se producen en la frontera, cuantos más migrantes se encuentran varados en México y cuantas más expulsiones ocurren desde Estados Unidos.

Las detenciones de migrantes entrando a Estados Unidos se dispararon durante 2021, así como las expulsiones a México.
Las detenciones de migrantes entrando a Estados Unidos se dispararon durante 2021, así como las expulsiones a México. CBP/WOLA, Marzo-Julio 2021

Y las devoluciones de la Patrulla Fronteriza a México se acercan a las 900,000 este año fiscal 2021, lo que ha avivado el negocio de los secuestros, según varios grupos proinmigrantes.

“Estados Unidos tiene el deber y la responsabilidad de proteger a esta población tan vulnerable que viene solicitando protección. Y al estar retornando a una de las zonas más peligrosas del país, como lo es esta frontera, los expone y los regresa a un peligro inminente”, dijo Ana Ortega, investigadora de Human Rights First a Noticias Telemundo Investiga.

Su organización ha contabilizado al menos 6,356 secuestros, agresiones sexuales y ataques violentos a migrantes en México desde que Joe Biden llegó a la presidencia. 

Además, esos retornos a veces ocurren en ciudades mexicanas a cientos de millas de los puntos por donde entraron a Estados Unidos, zonas que pueden ser operadas por grupos criminales rivales. Las contraseñas que esos migrantes recibieron de sus coyotes dejan de ser útiles.

Los puentes fronterizos se han convertido en la puerta de reentrada a México para miles de migrantes expulsados desde Estados Unidos debido a las medidas extraordinarias por la pandemia.
Los puentes fronterizos se han convertido en la puerta de reentrada a México para miles de migrantes expulsados desde Estados Unidos debido a las medidas extraordinarias por la pandemia.

El pastor Lorenzo Ortiz advierte que eso también eleva el riesgo de secuestro: “Los mismos cárteles le hacen saber ‘Bueno, la contraseña que tú traías era para que pudieras pasar el territorio de aquel cartel, pero ahora que estás en nuestro territorio, ahora tú tienes que pagar también”.

Debido a la pandemia, la administración Trump empezó a aplicar en 2020 el llamado Título 42, una herramienta que permite expulsar rápidamente a los extranjeros para prevenir la propagación de virus como el Covid. Aunque el gobierno de Biden dejó de aplicar esas devoluciones a menores no acompañados, sí ha seguido moviendo a México a cientos de miles de adultos solos y de grupos familiares.

Así como el destino de los migrantes es dispar al cruzar la frontera, también lo es para los que sobrevivieron a los secuestros.

“Hemos estado con mucho miedo”

Berta Hernández recibió una dura paliza de los secuestradores al ver que su mamá no estaba logrando el dinero y logró salir de la ciudad donde le ocurrió. Todavía con moretones en su espalda, brazos y piernas, convive ahora con otros migrantes mientras espera un permiso humanitario para entrar a Estados Unidos.

Una lágrima cae por la mejilla de Berta Hernández al recordar la golpiza que recibió tras ser expulsada desde Estados Unidos a México.
Una lágrima cae por la mejilla de Berta Hernández al recordar la golpiza que recibió tras ser expulsada desde Estados Unidos a México.

Kimberlin logró ese permiso de cruce. Ella y su hijo ya se recuperan del secuestro junto a su familia en Estados Unidos. “Hemos estado con mucho miedo. Mi hijo, si tocan a la puerta, se le acelera mucho el corazón. Cree que nos vienen a sacar y que nos va a pasar otra vez”, dice con la voz temblorosa.

El hijo de Jorge Geovanni Díaz no ha vuelto a ser el mismo. El padre cree que se enfermó por ver torturas y asesinatos con tan solo 7 años. Tras el secuestro, el niño lloró por días y le sangró la nariz algunos más. “Me decía que se quería ir de México porque nos van a secuestrar otra vez”, dice el padre.

El hijo de Jorge Geovanni cambió, según el papá, tras ser testigo de torturas y asesinatos.
El hijo de Jorge Geovanni cambió, según el papá, tras ser testigo de torturas y asesinatos.

Y Gustavo, que dejó a sus hijos en las escaleras del puente internacional para buscar algo de comida, todavía no los ha vuelto a ver. Ayudados económicamente por la familia, los menores cruzaron sin su papá a Estados Unidos, mientras él estaba secuestrado y no sabía si iba a sobrevivir.

Sigue en peligro, lejos de dos de sus hijos, con heridas que arrastra desde Honduras y todavía en las malas calles de Reynosa, donde le es imposible disimular lo que es: un migrante en la frontera.

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