Cuando se le preguntó a Valeria, una madre de 24 años con dos hijos pequeños, con quién se quedarían sus niños si le ofrecieran un trabajo, la incertidumbre fue abrumadora. Esta es solo una de las muchas historias que retratan la desafiante realidad de las familias migrantes en Nueva York. Tras postularse a un programa culinario, Valeria recibió un mensaje: había sido rechazada. La razón, está convencida, fue su falta de apoyo familiar para cuidar a sus hijos de seis y diez años. Valeria ha estado viviendo en refugios de inmigrantes durante los últimos ocho meses, junto a otras 35,000 familias que también huyen de la violencia y la pobreza.
Una lucha constante por sobrevivir
La situación de las familias en los refugios es apremiante. Según datos de la oficina del contralor municipal, hasta marzo de 2025, el 81% de la población migrante en los albergues eran familias con niños. La mayoría de estas madres no pueden acceder a un empleo formal debido a su estatus migratorio irregular, complicando su búsqueda de una vida mejor. La reciente clausura de 13 refugios, incluida una famosa instalación hotelera, agrava las tensiones y la ansiedad entre estos grupos vulnerables.
Las autoridades del municipio aseguran que las madres siempre tendrán acceso a refugios aún operativos y que están implementando programas de apoyo para ayudar a las familias a conectarse con el trabajo. Sin embargo, la experiencia de muchas madres como Valeria indica que la realidad es muy diferente. Una encuesta reveló que casi la mitad de las mujeres migrantes desconoce los recursos disponibles para el cuidado infantil, lo que limita aún más sus opciones laborales.
A pesar de haber aplicado a diversos trabajos en limpieza y cuidado, las oportunidades se han desvanecido para Valeria y su madrastra. Exigen un permiso de trabajo, pero muchas han descubierto que este permiso no ofrece la solución que esperaban. Para Valeria y su hermanastra, hablar inglés podría ser más relevante que contar con un estatus legal. La capacidad de comunicarse en este idioma puede abrir puertas que un permiso no asegura.
El reciente descubrimiento de que su permiso de trabajo había caducado fue otro golpe duro para Valeria. A través de la aplicación CBP One, había solicitado asilo, solo para enterarse más tarde de que su seguro social y su permiso ya no eran válidos. Este tipo de dificultades administrativas genera un ambiente de incertidumbre y desesperanza entre las familias migrantes, que ya enfrentan obstáculos significativos para establecerse en un nuevo país.
Alternativas desesperadas
Mientras mujeres como Valeria esperan su turno para obtener un permiso de trabajo, buscan maneras de sobrevivir. Regina, otra madre migrante, huyó de Panamá tras recibir amenazas hacia su hijo. Al igual que muchas, se encuentra atrapada en un ciclo de búsqueda continua de empleo. Linda, una madre venezolana, vende platos de comida en el refugio donde vive y su esposo trabaja de manera informal. Ambas están en una situación crítica, sin saber cómo absorber las altas tarifas de alquiler en una ciudad como Nueva York.
Linda se ve obligada a buscar formas de ingreso para sostener a su familia. Las redadas de ICE añaden una capa extra de ansiedad a su situación. “Apenas salgo del refugio que es a la vez cárcel y alivio”, comparte. Este es un reflejo de la lucha diaria de los migrantes en los Estados Unidos, donde el miedo y la incerteza se entrelazan con la búsqueda de oportunidades.
Conclusión: El futuro incierto de las familias migrantes
La historia de Valeria y muchas otras madres refleja la complejidad y las dificultades que enfrentan los migrantes en su travesía por obtener un futuro mejor para sus hijos. Si bien hay programas que prometen apoyo, la falta de información y las barreras estructurales complican aún más su situación. Es fundamental que los inmigrantes tomen conciencia de los recursos a su disposición y encuentren apoyo en sus comunidades, mientras luchan por una vida más digna y estable.