México, nuevo puente para 47 400 migrantes asiáticos

México, nuevo puente para 47 400 migrantes asiáticos

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Un reciente informe revela un fenómeno migratorio sin precedentes: al cierre del pasado mes, al menos 47 400 personas originarias de la región Asia-Pacífico se encuentran en México sin una definición clara de su estatus migratorio. Lejos de ser un destino final, México se ha transformado en un país de tránsito estratégico para quienes buscan llegar a los Estados Unidos. Muchos de estos migrantes ingresaron al continente por vía aérea — entrando por países como Brasil, Surinam o Ecuador — para luego continuar por tierra hacia Norteamérica.

Un flujo masivo que rompe récords

La región Asia-Pacífico fue la de mayor origen de migrantes internacionales en 2024, con un volumen global de movilidad masiva. Dentro de ese flujo global, los migrantes asiáticos que atraviesan México representan una proporción cada vez más significativa. La dinámica migratoria ha cambiado en los últimos años: rutas y perfiles distintos redefinen quiénes cruzan hacia el norte, y México se está convirtiendo en un punto de paso obligado.

¿Por qué este aumento repentino?

Los movimientos migratorios se redefinen según las condiciones políticas, sociales y económicas en los países de origen, tránsito y destino. Muchos viajeros modifican sus rutas en el camino, lo que explica por qué terminan en un país que no figuraba en su plan inicial. Una ruta especialmente peligrosa y recurrente es a través del corredor del Tapón del Darién — considerado un “corredor crítico” — donde se registra un gran volumen de tránsito de migrantes asiáticos hacia América Latina.

El caso de la migración desde China: cifras alarmantes

Dentro del conjunto, la migración procedente de China destaca por su crecimiento explosivo. En apenas unos años, las detenciones por ingreso irregular de ciudadanos chinos pasaron de cifras insignificantes a miles. En 2019 solo unas pocas decenas habían sido detectadas, mientras para 2023 esa cifra se disparó a más de catorce mil. Además, los solicitantes de residencia temporal chinos en México en 2024 ocuparon el tercer lugar en los registros migratorios del país, solo detrás de ciudadanos de Estados Unidos y Colombia. Muchos de ellos tienden a asentarse — al menos de forma temporal — en la capital del país.

Menos deportaciones, más población indocumentada varada

Paradójicamente, junto con el aumento de migrantes asiáticos en tránsito, el número de procesos migratorios regulares en México ha caído de forma drástica. Entre mayo y agosto de 2025 se documentaron solo 15 865 casos irregulares procesados, lo que representa una reducción significativa respecto al mismo periodo del año anterior. Las deportaciones también disminuyeron: solo unas 3 209 expulsiones se registraron en ese lapso, una caída considerable. Este escenario deja a decenas de miles de personas de Asia-Pacífico varadas en territorio mexicano, atrapadas en una precariedad legal que las vuelve vulnerables.

Implicaciones para México y más allá

El crecimiento de este “boom” migratorio tiene consecuencias directas y urgentes para México. Las rutas migratorias, la capacidad de albergues y estaciones migratorias, y la presión sobre ciudades de tránsito como la capital, Monterrey, Tijuana o Tapachula se disparan. Además, el fenómeno invita a reflexionar sobre la coordinación internacional necesaria — tanto con países de origen como con eventual destino — para atender la emergencia humanitaria, prevenir abusos, explotación laboral o tráfico de personas, y proteger derechos humanos.

¿Qué viene después? Un futuro incierto con riesgos crecientes

Las causas que impulsan esta migración — violencia, inestabilidad política, crisis económicas en países de origen — no desaparecen. Por el contrario, el flujo podría seguir al alza hacia finales de 2025. A ello se suman rutas peligrosas, mayores costos de viaje, y un contexto regional cada vez más restrictivo. Si no se adoptan políticas integrales y humanitarias, este “boom” podría derivar en una crisis migratoria silenciosa, con miles de personas vulnerables atrapadas en un limbo legal, expuestas a riesgos sociales, económicos y de seguridad. Para México — y para toda la región — lo que está en juego no es solo una cifra: son vidas, derechos, y la urgente necesidad de respuestas coordinadas.

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