En los refugios ubicados en la colonia San Luis, en la salida norte de la capital de Sonora, cientos de migrantes piden la solidaridad de los sonorenses.
Más de 100 menores desde bebés de cuatro meses de nacidos hasta niños de 12 años, se encuentran hacinados con sus padres en el albergue Vida Plena Corazón Contento de Hermosillo, Sonora.
En los refugios ubicados en la colonia San Luis, en la salida norte de la capital de Sonora, cientos de migrantes piden la solidaridad de los sonorenses.
Si bien les están brindando alimentos, no tienen ropa y no se han bañado en más de seis días.
“Nos aventaron como bolsa de basura”, expresaron familias migrantes de los países centroamericanos de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua.
Las decenas de familias fueron expulsadas por migración de Estados Unidos, entre el lunes 30 y el martes 31 de agosto. Después de más de quince días de travesía de Centroamérica a Matamoros, Tamaulipas, ingresaron al estado norteamericano de Texas, donde solo permanecieron dos días mientras les tomaron sus datos, luego los enviaron en avión a Arizona y los deportaron por Nogales, Sonora.
En el albergue Vida Plena Corazón Contento, Areli Alvarado, con la mirada fija en su bebé de un año de edad, comentó en voz baja: “Yo no podía estar en mi país, tuve amenazas y por eso decidí venirme, yo no puedo regresar”.
En Houston la espera el padre de su hijo quien la ha apoyado para que entre de forma legal a Estados Unidos.
En su país, la mujer de 26 años de edad vendía tortillas, pan, quesadillas y lo que podía para ayudarse a subsistir y ahorrar para su viaje; “todo es un esfuerzo perdido, ahora voy a volver a que me maten, a eso voy a volver”, expresó.
Salió de su país arriesgando su vida y la de su pequeño hijo, pues a pesar del temor a la pandemia por Covid-19, viajó miles de kilómetros.
Doris Reyes, de Honduras, relata que cuando se internó a los Estados Unidos, los agentes de migración los metieron a “la hielera”, unos cuartos fríos; ahora su hijo de cinco años de edad tiene tos y gripa.
Brenda Pérez de 21 años de edad, originaria de Honduras, dijo que fueron engañados por los elementos de migración, les hicieron creer que los llevarían con sus familiares pero los deportaron. “Nos trataron como a unos perros”, recriminó.
Comentó que le quitaron sus pertenencias y ahí tenía medicinas, ahora ella y su hijo de tres años traen malestares de gripa. Les hizo daño el cuarto frío.
Brigadas de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del DIF Sonora y de Epidemiología de la Secretaría de Salud, atienden a las decenas de migrantes y revisan a los menores.
Sin embargo, los migrantes no atienden los protocolos sanitarios por Covid-19. A pesar del hacinamiento, la gran mayoría no usa cubrebocas y los niños conviven entre todos; muchos de ellos a simple vista se puede detectar que tienen gripa y tos.
Esperan el aviso de las autoridades de migración para que los trasladen de Hermosillo a la frontera sur de México.
A finales de julio el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS por sus siglas en inglés) anunció el plan de expulsión acelerada para ciertas unidades familiares que cruzan la frontera de México-Estados Unidos.
Estas expulsiones aceleradas en medio de la tercera ola de Covid-19, han provocado colapso en el albergue San Juan Bosco de Nogales, Sonora, donde se han detectado más de 30 casos de coronavirus.
Ahora, el Instituto Nacional de Migración trasladó a decenas de familias a Hermosillo, las tuvo 24 horas en sus instalaciones y después las llevó al albergue Vida Plena Corazón Contento, donde están hacinados.