Los secuestradores interrogan a los niños para comprobar que sus padres dicen la verdad sobre sus contactos en Estados Unidos. Cárteles y grupos locales criminales se han apoderado de las rutas migratorias que se usan para llegar a la frontera norte.
Cada noche, desde hace cinco años, César limpia el estiércol que se pega a su único par de tenis. Trabaja en un establo cuidando vacas y becerros, pero no tiene sueldo. El dueño de los animales le paga con la leche que ordeña y después vende casa por casa. Lo que gana de esa venta, cinco dólares al día, solo le alcanza para comer.
Este hombre que no quiere dar su apellido por temor a represalias de los cárteles, lamenta que el destino decidiera su nacimiento en Progreso, Honduras, una aldea con calles que no tienen pavimento ni drenaje y que, por no tener, ni siquiera tienen nombre.
“Nací pobre. Ni para comer teníamos. Y, 50 años después, sigo siendo pobre. Y así moriré seguramente, sin tener algo propio”, dice.
Su aldea es cuna de pandilleros y migrantes que buscaron mejor suerte en el camino al Norte. César lo intentó hace dos años, cuando quiso reunirse con un hermano que vive desde hace dos décadas en Jacksonville, Florida.
Casi le cuesta la vida.
“Te vamos a cortar un dedo”
Eran las 4:00 de la mañana del 20 de septiembre de 2019 cuando César tomó una mochila y una muda de ropa. Se despidió de su esposa y salió para reunirse con el coyote que lo cruzaría por México para llegar a Estados Unidos.
César le entregó su automóvil como primer pago, para saldar los primeros 2,300 dólares de su deuda. Si lograba cruzar, se había comprometido a pagarle el resto del dinero, 5,500 dólares. Los coyotes de la zona cobran entre 6,000 y 8,000 dólares, asegura César.
Ya en México, en Chiapas, tomaron el tren conocido como ‘La Bestia’ rumbo al Norte. En Puebla, los funcionarios del Instituto Nacional de Migración detuvieron a algunos de sus compañeros. Desde ese momento, viajó solo.
Cruzó el estado de Nuevo León y llegó a Reynosa, Tamaulipas, donde fue secuestrado.
“En la terminal de autobuses había unos jóvenes que nos dijeron que de un lado se colocaran quienes llevaban guía y del otro, quienes no. A los que íbamos solos nos subieron a una camioneta turística y nos llevaron a una casa de seguridad ahí en Reynosa”, recuerda.
Fueron Los Zetas
César estuvo secuestrado tres semanas junto a otros 20 migrantes en una casa de Los Zetas, el cártel al que pertenecían sus secuestradores, según les dijeron desde el primer momento en que los retuvieron.
Él ya conocía la fama de ese cártel: “Yo pensé día tras día, instante tras instante desde que llegué a lugar, que los Zetas me iban a matar porque no tienen corazón ni alma”.
El tono de los delincuentes, siempre amenazador, confirmó sus temores:
Si tu hermano te quiere ver vivo, tiene que pagar”
secuestrador de migrantes
“Si tu hermano te quiere ver vivo, tiene que pagar”, le dijeron.
“Para refrescarle la memoria dale una calentadita”, recuerda César que le dijo uno de los delincuentes a otro. “Y me apartan a un lado y me dan una entablillada”.
A los hombres los reunían en grupos pequeños para advertirles que nadie podía salir y que, a quien lo intentara, lo matarían.
Más de 30 migrantes que refieren haber sido secuestrados en distintos estados mexicanos por diferentes grupos criminales entre 2019 y 2021.
Con estos testimonios, la información proporcionada por fuentes de la Fiscalía de México y el análisis de dos investigadoras de bandas criminales y cárteles del narcotráfico.
- En Tamaulipas, Los Zetas operan bajo el nombre de Cártel del Noreste y la ‘Tropa del Infierno’. También está presente el Cártel del Golfo a través de bandas locales como ‘Los Metros’ y ‘Los Golfos’.
- En Chiapas, al sur del país, quienes secuestran y extorsionan a migrantes y sus familiares pertenecen al Cártel de Sinaloa, el Cártel del Noreste y el Cártel Jalisco Nueva Generación, además de células de Mara Salvatrucha presentes en la zona, cercana a Guatemala.
- En Tabasco, territorio de paso obligado para los migrantes debido a su cercanía con Chiapas, estado fronterizo con Guatemala, opera una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación que comanda un delincuente apodado ‘El Jardinero’, según varios testimonios de migrantes.
- En la frontera norte, en Tijuana, estado de Baja California y Ciudad Juárez, en Chihuahua, dominan el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa. Este último controla también la frontera entre Sonora y Arizona.
Al tercer día, los secuestradores de César lo sacaron de la casa de Reynosa junto a otras nueve personas, y los cruzaron por el río hacia McAllen, Texas. Cruzar fue muy fácil, recuerda.
“Nos subieron a unas lanchas muy bonitas, parecían de lujo y ahí nos cruzaron. Absolutamente nadie nos detuvo ni nos dijo nada. Parecía que todo estaba muy bien organizado. Con nosotros iban cinco hombres más fuertemente armados que nos iban cuidando”.
Ya en McAllen los trasladaron a un rancho cercano donde ya se encontraban secuestradas otras 50 personas. El grupo armado les advirtió del peligro que corrían si no cooperaban y si sus familiares no pagaban el rescate de 5,000 dólares que pedían por cada uno de ellos.
Los delincuentes, con acento mexicano, recuerda César, encerraban a los niños para interrogarlos y amenazarlos. Querían obtener información y saber qué familiar los esperaba en Estados Unidos. Era una forma de confirmar que sus padres no les mentían.
Encerraban a los niños para interrogarlos y amenazarlos”
CÉSAR, MIGRANTE HONDUREÑO
“Las mujeres llorando les gritaban a los hombres armados que por qué se llevaban a sus hijos. Si quieres saber algo pregúntame a mí, les gritaban. Luego el niño venía llorando y dentro de su inocencia y el miedo, les decía a los delincuentes todo lo que querían saber”, recuerda César.
Si los secuestradores descubrían que la información era falsa, los golpeaban brutalmente, a las mujeres las violaban y a todos los amenazaban con cortarles un dedo si no decían la verdad.
Una noche, cuando apagaron las luces del rancho para que los migrantes durmieran, César escapó por la ventana de un baño. Nadie más se atrevió a acompañarlo. En el exterior, varios hombres armados custodiaban la casa.
El país de los secuestros
En la última década, los cárteles del narcotráfico que operan en México han diversificado sus negocios ilícitos y uno de los más redituables es la migración irregular.
Para la investigadora Guadalupe Correa-Cabrera, especialista en narcotráfico y migración de la Universidad George Mason, esta actividad implica pocos riesgos para los grupos delictivos porque los migrantes raramente denuncian las agresiones que sufren.
“No los denuncian porque los amenazan si lo hacen, además de que no saben a quién recurrir. La mayoría de los secuestradores tienen vínculos con las autoridades, por lo que es prácticamente imposible que actúen contra ellos. Es el negocio perfecto”, asegura Correa.
En 2008, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) destapó el fenómeno masivo del secuestro de migrantes centroamericanos en México cuando contabilizó 198 secuestros y 9,857 víctimas entre septiembre de 2008 y febrero de 2009.
La CNDH alertó que los cárteles de la droga que operan en el norte del país son los que han encontrado en el secuestro y extorsión de migrantes, una manera alterna, pero no por eso poco millonaria, de aumentar sus recursos.
Nilda García, investigadora de la A&M International University con sede en Texas, cree que los grupos criminales han sabido aprovechar muy bien las circunstancias. El flujo de migrantes en la frontera se ha multiplicado por tres en los últimos 20 años, según estimaciones de Naciones Unidas.
“Es muy difícil que estos grupos dejen pasar esta oportunidad de ganar dinero con los migrantes. Los secuestros son una capa más de su estructura”, señala García.
Es muy difícil que estos grupos dejen pasar esta oportunidad de ganar dinero con los migrantes”
NILDA GARCÍA, INVESTIGADORA
En estados como Puebla también han surgido bandas locales que han visto su oportunidad en este negocio y, según Correa, esas bandas locales operan libremente. Pasan desapercibidas porque, a la hora de combatir los secuestros, las autoridades solo tienen en su punto de mira a los cárteles.
“Se encuentran muy bien organizadas, a veces tienen adiestramiento militar y acceso a armamento de alto calibre para aterrorizar a los migrantes, entre otros grupos”, afirma la investigadora.
Los secuestradores locales, dice Correa, operan con gran eficacia debido a “la inteligencia social” que manejan, es decir, el conocimiento casi perfecto que tienen de su comunidad, la zona, las personas y las rutas, que les da poder e inmunidad en los territorios que controlan.
¿Qué está haciendo México?
No hay cifras oficiales, pero las autoridades mexicanas han dado cuenta en el último mes de varios secuestros masivos de migrantes.
- El 5 de septiembre, el canciller Marcelo Ebrard informó del rescate en Camargo, Tamaulipas, de 162 migrantes provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador que habían sido secuestrados y abandonados durante cinco días en una bodega, sin alimentos.
- El 31 de agosto en Cadereyta, Nuevo Léon, fueron rescatados 327 migrantes de una casa de seguridad donde los mantenían secuestrados.
- El 26 de agosto liberaron a 208 personas secuestradas en una bodega de Puebla.
El balance es elocuente: 697 migrantes secuestrados y rescatados en diez días.
En septiembre de este año, las autoridades mexicanas rescataron a 697 migrantes secuestrados
Claudia Pinto advierte que solo es la punta del iceberg. La abogada labora en Honduras para la Fundación Para la Justicia y el Estado Democrático, una organización con sede en México que acompaña cientos de casos de migrantes secuestrados y orienta a sus familias cuando las extorsionan.
“Vemos de dos a tres casos semanales de secuestro de hondureños, solo de lo que se sabe y se denuncia, porque muchas familias reciben la llamada y lo que hacen es buscar por sus propios medios conseguir el dinero, pagar, establecer la comunicación y volver a tener conocimiento de su familiar, pero la gran mayoría no denuncia ni da a conocer el caso”.
También se ha reportado la connivencia entre funcionarios del gobierno mexicano y el crimen organizado en el secuestro de migrantes.
En junio pasado, en la estación migratoria de Tapachula, en Chiapas, al menos 500 hombres que protestaban por falta de claridad en sus procesos migratorios fueron sometidos a tratos crueles y tortura por parte de funcionarios del Instituto Nacional de Migración y de la Guardia Nacional.
El Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova en esa ciudad lo denunció:
“Les ocasionó severas afectaciones a la salud física y emocional. Eso es muy grave, porque quienes deberían velar por sus derechos y asegurarles un trato digno, son los primeros que los violentan”, dijo Yuriria Salvador, activista de esa organización.
Solicitamos entrevistas para conocer la postura de las autoridades mexicanas al Instituto Nacional de Migración, la Secretaría de Marina, Defensa y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pero no obtuvimos respuesta.
“Tenemos que cuidar de los migrantes que estén en el sur-sureste, protegerlos, porque dejarlos que transiten por todo el país, que atraviesen todo el país sin ninguna protección, es muy riesgoso”, respondió el presidente, insistiendo en la necesidad de cooperación de su homólogo, Joe Biden.
“Estados Unidos debe tomar la decisión de apoyar a los países pobres, a los países centroamericanos y atender las causas que originan el fenómeno migratorio, que la migración sea opcional, no forzada, que no sea por la falta de empleos”, señaló López Obrador.
1,500 personas investigadas por tráfico humano
En Estados Unidos, a nivel federal, la Administración Biden puso en marcha en abril de 2021 la ‘Operación Centinela’, una estrategia conjunta en la que intervienen agencias federales como la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y el Departamento de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI), entre otras.
La CBP respondió en un correo electrónico que a cinco meses de su puesta en marcha, están investigando a 1,500 personas relacionadas con esos grupos delictivos.
Más de 15 empresas, aseguran, han sido suspendidas o inhabilitadas y siguen la pista a 900 personas involucradas en transacciones con dinero ilícitos, pero no reportaron detenciones.
Las autoridades de la frontera también acusan el peso de los cárteles en los habitantes de la zona:
“Hemos tenido conocimiento de rancheros amenazados cuando intentan restringir el paso de migrantes por sus propiedades. No pasa mucho, pero sucede lo suficiente como para que todos ellos sepan que puede pasar y que hay riesgo”, afirma Don White, de la oficina del Sheriff de Falfurrias, en Texas.
César tuvo suerte. Cuando cayó de la ventana de la segunda casa de seguridad de McAllen donde lo habían retenido, corrió sin parar durante 20 minutos hasta que se topó con la Patrulla Fronteriza.
Lo detuvieron y lo trasladaron a un centro de migración donde permaneció dos meses hasta que fue deportado en avión a Honduras.
“Regresé derrotado, sin ilusiones y aún con mucho miedo. Tenía en mi mente el rostro de los secuestradores cuando me advirtieron que me iban a cortar un dedo para demostrarme que no estaban jugando”.
Tenía en mi mente el rostro de los secuestradores cuando me advirtieron que me iban a cortar un dedo”
CÉSAR, MIGRANTE HONDUREÑO
César regresó a su aldea natal en Progreso donde espera reunir el dinero suficiente para pagarle a un coyote y volver a intentarlo. No le importa el riesgo de volver a ser secuestrado o perder la vida en su trayecto por México.
“Me gustaría regresar, porque yo sé que en Estados Unidos podría obtener algo que me ayude a morir dignamente, porque Honduras solo da para sobrevivir y no para vivir”.