En un contexto global donde las políticas migratorias a menudo resultan en la separación de familias, es crucial recordar la importancia de la reunificación familiar, especialmente para niñas, niños y adolescentes migrantes. Historias como la de Graciela y su hija Guadalupe resaltan no solo la necesidad de este derecho, sino también los severos estragos que la separación puede causar en la salud mental de los más jóvenes.
Hace dos años, Graciela, quien reside en Estados Unidos, contactó a organizaciones de apoyo para solicitar la reunificación con su hija Guadalupe, quien se encontraba en México. Ambas habían salido de su país de origen en busca de atención médica, pero durante su tránsito fueron separadas. Mientras Graciela logró cruzar la frontera estadounidense, Guadalupe fue detenida por las autoridades migratorias y trasladada a un albergue del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia.
El caso de Guadalupe es un claro ejemplo de cómo la reunificación familiar no es solo un derecho, sino una necesidad imperante. La separación de un niño o adolescente de sus padres o cuidadores significativos puede tener efectos devastadores en su bienestar emocional y mental. La espera, la incertidumbre y la falta de respuestas rápidas por parte de las autoridades exacerban estos problemas, llevando a situaciones de estrés y ansiedad.
Guadalupe, durante su tiempo en el albergue, enfrentó estas difíciles emociones. Su salud mental se deterioró al punto de considerar escapar del albergue y tratar de cruzar a Estados Unidos de manera irregular, exponiéndose a múltiples peligros. Este tipo de decisiones son un reflejo del profundo dolor que la separación familiar puede generar en los jóvenes migrantes.
El proceso de reunificación de Guadalupe con su madre fue arduo y complejo. Con el apoyo de las abogadas y psicólogas del IMUMI, junto con la colaboración del albergue y una organización binacional, su caso fue acompañado durante casi dos años. La resolución llegó cuando la Procuraduría Federal de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes emitió una medida de protección que reconocía el derecho de Guadalupe a la unidad familiar, de acuerdo con su interés superior.
A lo largo de este tiempo de espera, Guadalupe experimentó una serie de emociones intensas: estrés, ansiedad, enojo y tristeza. Estas emociones son comunes entre los jóvenes que enfrentan la separación familiar y evidencian la urgencia de aplicar las leyes que protegen sus derechos.
Finalmente, Guadalupe logró reunificarse con su madre en Estados Unidos. A pesar de la armonización de las leyes de migración y de protección a la infancia, que desde noviembre de 2020 establecen la no detención de niñas, niños y familias migrantes, el proceso fue todo menos sencillo. Las autoridades migratorias deben otorgar documentos de estancia por razones humanitarias a los menores y sus familias, y la responsabilidad de proteger a la niñez recae en las Procuradurías de Protección.
Es fundamental que las leyes que protegen a la niñez y la adolescencia migrante se apliquen de manera efectiva y bajo el principio del interés superior de la niñez, garantizando así el derecho a la unidad familiar de niñas, niños y adolescentes en situaciones de movilidad, ya sea en México o en otros países. La reunificación familiar no es solo un derecho, es una cuestión de salud mental y bienestar para quienes han sufrido las consecuencias de la migración forzada.
En México, entre 2018 y agosto de 2024, se registraron más de 464 mil eventos de detención migratoria de niñas, niños y adolescentes. Muchos de ellos huyen de la pobreza, la falta de oportunidades, conflictos internos, desastres naturales o buscan reunirse con sus familias. Es imperativo trabajar para proteger y promover los derechos de estos jóvenes migrantes, asegurando que su derecho a la reunificación familiar sea siempre una prioridad.