Estados Unidos ha deportado a 139 migrantes cubanos en un nuevo vuelo fletado por ICE, marcando el undécimo envío de este tipo durante 2025. Al llegar al Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, el grupo estaba conformado por 109 hombres y 30 mujeres.
Las autoridades de Cuba informaron que, tras este vuelo, se acumulan 52 devoluciones migratorias desde distintos países de la región en lo que va del año, con un total de 1,535 personas retornadas. De esas, 1,370 fueron repatriadas desde Estados Unidos, de acuerdo con el conteo oficial.
En la llegada del avión, una de las personas deportadas fue detenida porque estaba bajo libertad condicional al momento de abandonar Cuba. Este hecho pone de relieve cómo, en algunos casos, los migrantes devueltos no enfrentan solo el reto de regresar, sino también consecuencias legales al volver a la isla.
Desde La Habana, las autoridades cubanas han hecho un llamado explícito a impulsar una migración “regular, segura y ordenada”, advirtiendo sobre los graves peligros a los que se exponen quienes optan por rutas irregulares. Según sus mensajes, estas salidas clandestinas representan un riesgo real para la vida de las personas.
Este undécimo vuelo se da en un contexto migratorio más amplio: semanas antes, otro avión trasladó 232 cubanos de regreso a la isla en la mayor operación aérea del año, lo que evidencia un reforzamiento de las políticas migratorias de las autoridades estadounidenses.
Además, las deportaciones masivas alimentan una discusión profunda: muchos de los repatriados no tienen antecedentes penales ni han sido condenados, y algunos estaban en proceso migratorio legal. Aun así, la política de retorno no distingue claramente entre quienes tienen casos pendientes y quienes han sido declarados inadmisibles.
Este nuevo envío resalta la dimensión humana de la crisis migratoria entre Cuba y Estados Unidos. No es solo una cuestión de números: cada vuelo representa a personas cuyos proyectos de vida se rompen, familias que se fracturan y expectativas truncadas. Si este patrón continúa, las consecuencias sociales y personales para la diáspora cubana podrían aumentar drásticamente.












