No todos los mexicanos que dejan su país cruzan hacia el norte. Cada vez más miran hacia el sur del continente en busca de oportunidades laborales, académicas, afectivas… o simplemente una vida más tranquila.
Según cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores, más de 186 mil mexicanos viven en países de América Latina, superando incluso a la diáspora en Europa. Argentina, Bolivia y Costa Rica encabezan la lista.
Las razones son tan diversas como sus protagonistas: un director de cine que huyó de la violencia para instalarse en San José; una trabajadora doméstica que viajó a La Paz por trabajo y terminó fundando una taquería; un publicista que se reinventó como entrenador canino en Buenos Aires.
Para muchos, el cambio ha significado construir desde cero, adaptarse a nuevas costumbres y enfrentar estereotipos, desde los malentendidos culturales hasta la sombra del narcotráfico. Sin embargo, también han encontrado la posibilidad de aportar su cultura, abrir negocios y tejer redes en sus nuevos hogares.
La politóloga Lara de Alvear describe este flujo como parte de una migración más selectiva: estudiantes, emprendedores y profesionales que se integran en dinámicas locales, reforzando vínculos históricos y culturales entre México y el resto de Latinoamérica.
No siempre es fácil. Las crisis económicas, la distancia familiar y la adaptación cultural son retos constantes. Pero, como dice Manuel Padilla, el adiestrador que hizo su vida en Argentina:
“A veces, migrar no es irse, sino aprender a quedarse”.