Más de 533,000 niños y adolescentes migrantes en situación irregular en México carecen de acceso efectivo a la educación, a pesar de contar con el respaldo legal para recibirla. Así lo destacó la Unidad de Política Migratoria durante el conversatorio “Infancias Migrantes: El Impacto en su Educación y Salud Mental”, organizado por el Colegio de la Frontera Norte (Colef).
Este fenómeno no es nuevo. Unicef ya había advertido que, ante flujos migratorios récord en América Latina y el Caribe, la infancia representa una proporción creciente entre las personas en movimiento. En México, aunque existe un marco legal que garantiza el acceso educativo sin importar la condición migratoria desde 2017, en la práctica el cumplimiento es limitado.
Entre las principales dificultades identificadas por el Colef están: la exigencia de documentos (identidad, certificados), la falta de cupo en las escuelas, obstáculos burocráticos y limitaciones económicas que obligan a las familias a priorizar necesidades básicas por encima de la educación. Además, en el caso de niños haitianos en México, el 35 % reportó no poder acceder a las aulas por falta de documentos, el 18 % enfrentó discriminación y el 17 % mencionó barreras lingüísticas.
A nivel estructural, la implementación de protocolos educativos sigue siendo desigual: solo algunos estados como Baja California, Chiapas, Puebla y Chihuahua han recibido apoyo de Unicef para diseñarlos. El resto del país todavía trabaja en su aplicación. Además, la falta de preparación del personal docente en pedagogía intercultural intensifica el aislamiento de la infancia migrante y dificulta su integración escolar.
Especialistas subrayaron la urgencia de acciones concretas: capacitar a docentes, diseñar protocolos de bienvenida, brindar clases de español gratuitas, apoyar la nivelación académica y desarrollar estrategias pedagógicas con enfoque migrante, considerando la diversidad cultural y lingüística.
La educación es mucho más que transmisión de conocimiento: es un espacio de contención emocional, de normalidad para niñas y niños en tránsito, y una herramienta vital para su bienestar y futuro. Aun con desafíos, muchos migrantes desean que sus hijos no pierdan ese derecho fundamental mientras buscan seguridad y oportunidades