Migrantes sin albergue: entre riñas, desesperación y tristeza

Migrantes sin albergue: entre riñas, desesperación y tristeza

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La tensión se apodera del ambiente a las afueras de los albergues para migrantes en la frontera de Reynosa, donde se enfrenta una crisis humanitaria ante la falta de espacios.

Frente al albergue Kaleos, un refugio habilitado desde abril cuya operación es financiada por misioneros de Estados Unidos, se observa una fila de más de 500 haitianos esperando su turno para registrarse.

Tanto en el albergue Senda de Vida 1 como en Kaleos la situación es crítica y los reclamos por un lugar encienden por momentos riñas entre la multitud de migrantes.

“El albergue Kaleo solo alberga mujeres con niños y familias… Necesitamos que las autoridades ya inicien con las actividades en Senda de Vida Dos, esto va a ayudar mucho a que ellos tengan un lugar donde estar, sino es así la delincuencia y la violencia va a crecer en la ciudad”, dijo Claudia Romero, de Ayuda Humanitaria A.C.

Migrantes sin albergue: entre riñas, desesperación y tristeza

El proyecto de Senda de Vida 2, anunciado por el Gobierno Municipal y que daría espacio a otras dos mil personas, sigue detenido. Mientras tanto, la multitud espera cada día bajo 35 a 38 grados de temperatura con la esperanza de encontrar lugar para dormir. 

“Yo ahora mismo estoy durmiendo en la calle enfrente de Shaddai la iglesia, frente a migración, yo junto mi esposa. Mi esposa está embarazada ahora, pero yo no tengo casa, se duerme ahí en la calle”, expone uno de los migrantes. 

Asociaciones se unieron al llamado del Gobierno Estatal para pedir a las comunidades migrantes que ya no lleguen a Tamaulipas, que la frontera de Reynosa ya no tiene la capacidad de recibir a nadie más. 

“No tenemos capacidad para tantos migrantes, no podemos darle ayuda humanitaria que se requiere en lo que está su estancia migratoria aquí porque no hay manera, no hay recursos que nos alcancen. A Reynosa ya no, por el momento ya no”, dijo la asociación.

Racionarán alimentos

La llegada de 150 migrantes haitianos a un refugio en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, fronteriza con Estados Unidos, ha provocado la saturación del lugar, con espacio para 250 personas, y una crisis por la falta de recursos.

Los activistas que mantienen el lugar señalaron que están impedidos de recibir a más personas y familias e incluso, dijeron, analizan reducir comida diaria para continuar operando.

Más de 150 migrantes, una gran mayoría originarios de Haití, algunos centroamericanos y mexicanos, llegaron hoy al sitio, ubicado al sur de la ciudad de Matamoros, que se ubica a unos kilómetros de la frontera entre México y Estados Unidos, para pedir se les diera acceso mientras logran cruzar a la Unión Americana.

“No tienen dónde quedarse, tienen que rentar habitaciones o dormir en la calle. Se lo he dicho a la cónsul de Estados Unidos que es problema de ellos y no los veo aquí haciendo algo al respecto. Ese es el trabajo de ellos, pero lo tenemos que hacer nosotros” declaró el director del refugio, Abraham Barberi. Antes de operar como albergue, el edificio era un centro religioso, pero a raíz del Campamento Migrante, que estaba en el margen del río Bravo y fue clausurado hace más de un año, se propuso que este lugar diera protección a unos 60 extranjeros y desplazados mexicanos.

Sin embargo, ante las circunstancias se tuvo que aceptar a los migrantes que llegaban de otros países de Centro y Suramérica a México.

Barberi, líder religioso, informó que no cuentan con capacidad para resguardo, ya son 250 personas, entre niños, mujeres y adultos, que viven en ese lugar, lo que ha reducido el espacio y ha mermado en los alimentos, como los insumos diarios.

“Ojalá el gobierno haga algo porque no han hecho nada, esto se mantiene por donaciones y no vemos ningún apoyo de autoridades”, expresó el activista.

Los migrantes al enterarse de que no había oportunidad de habitar temporalmente en el sitio optaron por retirarse a buscar alquilar una vivienda o insertarse en alguna casa con compatriotas o, en última opción, pernoctar en la calle a la deriva de la delincuencia que flagela este municipio fronterizo.

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