TAPACHULA, CHIAPAS. La esperanza se mezcla con el miedo. A días de partir rumbo al norte, alrededor de 2 mil migrantes (la mayoría mujeres y familias enteras) se preparan para salir en caravana desde Tapachula. Pero esta vez, su camino comienza bajo amenaza.
Organizadores de la movilización han solicitado medidas cautelares a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) tras recibir presuntas amenazas del crimen organizado, específicamente del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Sin embargo, algunos sospechan que las intimidaciones podrían venir desde dentro de las mismas instituciones migratorias mexicanas.
“Nos quieren detener a toda costa”, denunció Luis García Villagrán, activista y coordinador del Centro de Dignificación Humana A.C. “Pedimos protección para cada persona que forme parte de este éxodo de la justicia”.
Un viaje impulsado por la desesperación
Los testimonios revelan una constante: el abandono institucional. Migrantes aseguran que la corrupción en el Instituto Nacional de Migración (INM) y en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) los obliga a tomar el camino más arriesgado: caminar.
“La Comar está sacando a los migrantes sin darles respuesta. No hay trabajo, las rentas son impagables, y en el INM todo se mueve con mordidas”, denunció Villagrán.
Y en efecto, Douglas Mourlot, migrante cubano de 42 años, lleva seis meses esperando que su solicitud de refugio avance. “Un abogado me pidió 12 mil pesos para ‘agilizar’ mi trámite en un día. Si tienes dinero, te atienden. Si no, simplemente no existes”, dijo.
Mourlot ya vivió una caravana antes, logró llegar a CDMX en 2023 junto a su familia. Hoy, su esposa e hija ya están en EE. UU., pero él regresó temporalmente a Cuba por motivos familiares. Ahora espera establecerse en Mérida y ejercer como licenciado en turismo. Pero reconoce: “Si esto no mejora, quizá cruce. Tal vez cuando Trump se vaya”.
Tapachula: sin salida y sin oportunidades
La frontera sur mexicana sigue siendo un embudo sin soluciones. En Tapachula, el desempleo, la burocracia y la corrupción convierten cada día en una batalla. “Trabajo 13 horas lavando platos por 200 pesos”, cuenta Mourlot. “En otra ciudad podría ganar el triple”.
Y mientras tanto, las caravanas siguen siendo la única vía para avanzar, a pesar de los riesgos. “Ya hemos vivido represión, extorsiones, incluso secuestros en el camino”, recuerda Villagrán. “Pero quedarse aquí también es una condena”.
¿Y el futuro?
La caravana que parte este miércoles será una nueva fotografía de una crisis humanitaria sin resolver. Las organizaciones que acompañan el éxodo exigen algo básico: garantías de seguridad, no más obstáculos.
Porque para muchos, el objetivo ya no es llegar a EE. UU., sino simplemente encontrar un lugar donde vivir con dignidad. Aunque el deseo de cruzar no desaparece del todo, cada vez más migrantes entienden que, por ahora, avanzar hacia el norte puede costar más de lo que están dispuestos a pagar.