Bajo el calor brutal del mediodía en el sur de Texas, la productora de nueces pecanas Magali Urbina debe lidiar con una escena frecuente en esta zona: una familia de migrantes deshidratados y heridos en su propiedad.
Frente a ella, agentes de la Patrulla Fronteriza colocan una vía intravenosa en el brazo del padre, un venezolano de 32 años con moretones oscuros y cortes recientes. Tiene el cuerpo hinchado.
Su esposa, de 22 años, se sienta junto a él llorando mientras sus dos hijos, de 5 y 8 años, observan alarmados aquella situación.
“Esto sucede todos los días con ese alambre”, dice Urbina mientras señala las caóticas bobinas de alambre de púas que brillan bajo el sol en Heavenly Farms, la propiedad que administra junto con su esposo, Hugo, en el pequeño pueblo de Eagle Pass.
“He visto esto todos los días esta semana”, afirma. Cuenta que unos días antes ayudó a liberar a una mujer embarazada del alambre de concertina.